Rod Levario
Discos del cantautor mexicano de rocanrol urbano Rod Levario.
https://www.mediafire.com/file/5sjdqkrxu03u735/RodlevarioMex_%25282%2529.zip/file
Discos del cantautor mexicano de rocanrol urbano Rod Levario.
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Discos de la banda de rock urbano de Ciudad de México, Liran´ Roll, además de algunos compilados en los que han participado.
https://www.mediafire.com/file/6o1s5wavn2pvvbg/LiranRoll.zip/file
https://www.mediafire.com/file/4bpi0r84xtzilvw/RockManitoVA.zip/file
Album y película que me han acompañado toda la vida, y que han sido como el videoclip de la angustia, pero también la banda sonora del retorno a la esperanza.
https://www.mediafire.com/file/0d4vrfpi2ptpgnw/DieWand.zip/file
Inventamos padres, es decir historias a fin de darle sentido al azar de un arrebato que ninguno de nosotros (...) puede ver.
Pascal Quignard. El sexo y el espanto.
NOS SECUESTRAN,
nos dejan en un hoyo con las manos
atadas, un revólver apuntándonos
a la sien, el machete casi a punto
del corte decisivo. Nos secuestran,
nos ponen de puntillas, boca abajo,
en pie, fusilamiento pelotón
nos amagan, nos desdoblan, nos revuelven
la lengua, nos deslenguan las palabras.
Nosotros le cantamos al abandono,
le cantamos al mal para espantarlo
aunque vaya la vida en ello, aunque
la vida nos la quite el sicario de turno
o esa desolación de vernos solos
cuando el depredador llega
en el crudo silencio de una nota.
El precio del rescate solo tú
puedes pagarlo, «hypocrite lecteur».
De Las horas muertas, Premio de Poesía 2018, Diputación de Huelva, España.
https://revistaanestesia.com/poemas-de-antonio-arroyo-silva/
6
Mejor que respirar, ser respirado
por la flor moribunda que traes en ofrenda
no sé por qué ni a quién, si por la muerte,
por el amor a un ser que resucita
o simplemente en aras de la belleza.
No sabes cuánto añoro lo imperfecto
del error. Esa química que trae
el poder de sentir de otro modo.
La cabeza de Yorik sobre el tallo
de la vida y una mano cortándola
solo por preguntar.
8
Crujen las articulaciones del
efímero animal que baja y nadie
ve, moviendo el rabo
entre la multitud que camina
o se sienta y extiende como un biombo
el diario. Crujen como si una avispa
se fuera a hospedar en el tembleque
de las taladradoras. Y nadie escucha
esa voz supurando
dentro de cada cual. Cada amargura
está servida: mucha azúcar
en tan poco café. Pero, a veces,
al fondo de la taza, se refleja
el viejo rostro de animal que somos.
9
La incierta insipidez de una papaya
en el frutero. Tarde calina, afuera
donde la calle cruza el paso
al infinito. Ves cada visillo
que cuelga de lo alto, ves
el silencio de un sol que no nos toca.
Imaginas el día anaranjado
que se pudre por dentro,
sobre la mesa. Un hilo verde
mana del esplendor
y tú respiras hondo no sea que
la noche te sorprenda.
12
Era un perro el que iba a ladrar,
pero la poesía ya tiene
demasiados ladridos y perros,
demasiadas presuntas metáforas
sobre fieles e infieles vagabundos
que llegan de las puertas del Hades
o que suben al cielo de la esquina.
Sin embargo, por fuera del poema
un perro no me quita el ojo,
levemente levanta una pata,
y me ofrece algo así como un hueso.
16
Se hace inmensa la calle, se mueve
por sí misma con alguien en su lomo.
La calle, en un lugar donde no hay ríos,
parece un río negro teñido de semáforos
que, ciertamente, llega al mar;
mas no muere, se esconde bajo el agua
y prosigue nadando al infinito.
https://www.13mirlos.com/post/antonio-arroyo-silva-6-poemas
PERO NO SABES QUE
El libro de (mis) horas nada
en la marea tibia del té.
Quizás sea mentira de un bandido
que se solapa en cálculos biliares
para que todo cuadre. Pero no,
fuimos gente normal que dejó
el sueño y se plantó en el fango
mismo de la pregunta.
Estuvimos en ti,
calle de la soledad,
donde crece el manzano
de la imaginación. Estuvimos
en el instante justo del trazo
multiforme de ásteres sobre telas
de araña.
Estuvimos a salvo y en
la línea de fuego de las nomeolvides,
sin saber que
todas las horas muertas de la vida
nadan en la marea tibia del té.
https://www.trasdemar.com/home/poesia/las-horas-muertas-poemas-de-antonio-arroyo-silva/
Me han gustado todas las creencias hasta el momento en que han empezado a predicar la salvación. Sus preguntas y sus constataciones son magníficas, pero manchadas en la parte«positiva» de sus soluciones. La religión concierne al hombre, a la gente; la poesía, al individuo. Así que la poesía es, de todas lasmentiras que traman los mortales, la que menos miente. Ningún verso ha ofrecido nunca nada a nadie. El consuelo —incluso negativo, como en el budismo— refleja la estrechez filosófica de un deterioro en la fórmula, en la seguridad que ofrece cualquier fórmula, mientras que un verso te deja en una soledad acrecentada y más verdadera.
5. LA MÚSICA Y LA MUERTE
Durante mucho tiempo la música se tocó con esos instrumentos de piedra que eran las naves de las iglesias, sumidas en la penumbra, del mundo románico, y luego con las inmensas y más luminosas avenidas de las catedrales, del mundo gótico. La música sobre la muerte de Dios siempre comenzaba con un silencio alrededor de las últimas palabras de su agonía, y luego se iba elevando hasta hacerse atronadora. A veces infundía terror. A veces entristecía. A veces consolaba. Por lo menos, así lo creían todos los músicos, cuando era falso y en el origen la música daba muerte al final del silencio que ella misma, con su acecho, convocaba. El sonido, denso y seco y puro, que hace la cuerda del arco, es el signo de la presa que cae a lo lejos, tan lejos que un perro tiene que socorrer a la vista, correr, saltar, para traerle al arquero eso que corría, que volaba, y que ha muerto. Exaltación de lo que cae, tanto para el olfato del perro como para la mirada del hombre. El hambre, o más bien la hambruna, es el núcleo de todos los deseos que nos poseen, sin excepción alguna. Fantasmas sonoros vagabundean por el espacio por encima de sus cadáveres, de sus pieles, de sus bosques, de sus incisivos, de sus tibias. Se baja a las grutas para oír, en primer lugar, los latidos del propio corazón en las tinieblas. Ese es verdaderamente el primer canto. Tal como se oye en la orilla del mar, cuando se aplica una concha marina a la oreja del niño. Esas cúpulas de nácar o de calcita tan oscuras también son depósitos de silencio antes de que formen paredes dedicadas a los ecos. Las iglesias sustituyeron a las antiguas cavernas como cajas de resonancia para una belleza cada vez más inaudita. Cuando el dios del sol tomó en sus manos la primera lira, lo que tomó fue el caparazón hueco de una tortuga, en la espalda de la cual se reúnen los presagios, y a la que da la vuelta en el umbral de la gruta en la linde de la Arcadia: tensa en ella las tripas de las cabras a las que pastorea y a las que ha matado. La palabra arco sirve para matar y para hacer sonar la música. La música lleva a los infiernos, y allí somete a las sombras voraces con las que se encuentra de repente, bruscamente, en el otro mundo. Ahí se refugiaron con sus propios antepasados aquellos que la enseñaron. Entonces los perros guardianes, los dogos, que fueron los primeros en conocerla, cuando todavía eran lobos, dejan de ladrar y se tumban ante la puerta inmensa que forman las gigantescas quijadas abiertas del Infierno. Orfeo avanza tocando sin cesar la lira ante los innumerables y penetrantes ojos de Cerbero. Entona cuatro sílabas que atraen a la sombra de su amada. Ella le sigue paso a paso, suavemente, envuelta en las resonancias de su propio nombre, de su voz, de su lira, mientras él franquea la puerta negra. Si súbitamente le abandona, sin avisarle, es por culpa de una mirada —es porque el músico se había vuelto, en busca de visión, de mira, de acecho, de mirada, de luz. Los sonidos fantasmas son como las apariciones en los sueños, todas las cuales reclaman, exigen, ojos cerrados y noche. Lo que los despierta en la noche no son posturas precisas, no son paisajes amados, sino crujidos, detonaciones misteriosas, campanas o gongs que llaman, pequeñas olas que rompen contra la roca, un rumor súbito en la orilla a la que da la ventana, bajo el balcón, melodías que quedan adheridas a la cavidad del cráneo, en bolsillos secretos, laberínticos, minúsculos divertículos, criptas, capillitas laterales, tragaluces en el interior de ese extraño aliento contenido que es cada alma humana cuando tiembla. Los sonidos que se siguen son pensamientos. Son resonancias de la emoción. Extraños hostigamientos que obsesionan al humor interno tanto como lo expresan. Misteriosas ofrendas de reproches, de aires que vuelven en bucle como apariciones, trinos de pájaros, penas.
Pascal Quignard
El amor el mar
La música es así. Es como el universo. Por la explosión del primer sonido se percibe el mundo. Es el attaca. Es el sonido de antaño del universo, antes de que comenzase su caos, y antes de que este último se dilatase en espacio en la noche que constituye su madre. En los libros se empieza por una frase que impone el silencio. En las sesiones musicales se comienza con un grito, como en los bosques.
Pascal Quignard.
El amor el mar.
Pedro en el patio de Anás avanzó las manos hacia la lumbre. Pedro se acuclilló junto al brasero en el frío del invierno, y Pedro se avergonzó al mirarse las manos en las llamas, se avergonzó porque había hablado, vergüenza y horror porque había traicionado a su amor. Y llora al mirarse los dedos que han enrojecido sobre los carbones. Jesús mismo recogió su túnica después de la flagelación para ocultar a la vista de sus discípulos, y de los soldados, y de los sacerdotes, sus nalgas enrojecidas y luego, cuando lo clavaron en la cruz, volvió a avergonzarse e inclinó la cabeza. ¿Qué vio, al inclinar la cabeza? Es muy extraño lo que vio Dios en el momento de morir. Dios, al morir, miró los dados y las cartas en las manos de los tres soldados que velaban los tres cuerpos agonizantes. Eso fue lo último que vio Dios antes de morir. Una partida de cartas. La linterna sorda que las ilumina. Tres hombres jugando una partida en la cima de la colina. Lanzan los dados a la luz de esta única llama que se ve por la puertecilla de nácar de la linterna. Los otros tres, por encima de ellos, desnudos, sometidos a la muerte lenta, con los brazos dislocados, con las manos exangües, siguen, sufriendo, la partida que los tres soldados romanos han comenzado mientras ellos lentamente expiran.
Thullyn se recoge la masa del cabello atrás. Maneja un peine que extiende y estira ese gran volumen sobre su cabeza. El peine de carey despeja la frente por completo. Le desnuda hasta los sentimientos. Le llena los ojos de miedo y de sinceridad. El cabello muestra las raíces. Las sienes se estrechan. El moño se levanta. Le alarga el rostro, lo despeja. Sólo el gran amor, o bien la tempestad, y todos los arrebatos cercanos a la pasión, el brusco deseo sexual, lo desbaratan. Eso es exactamente el amor: esa cabellera tan airosa, tan construida, que de repente se desparrama y se extiende sobre los hombros, y cubre los senos, que se dilatan. El movimiento del deseo lo libera de todo su peso. Libera su extraño perfume. La cabellera desecha se enreda. Ahora expresa un amplio desorden, el olor, la antigua naturaleza, la crin. Todo ese perfume de fiera, o de avena, o de gata, o de madreselva, o de moras, se despierta, se eleva, se dilata como una nube alrededor del cuerpo, el olor del cabello suelto que descansa sobre la almohada o la sábana, el olor de la piel de las axilas, el olor de los pelos del mechón que protege la vulva y su secreto, todo el cuerpo desnudo, animado por el esfuerzo del placer que se busca en todo el volumen de la carne, en la tensión de los músculos, por la extensión del sexo que se eleva, por el zumo del sexo que se entreabre, se hincha, enloquece.
Por la mañana, cuando las manos de las que apenas acaban de despertar, que aún tienen los dedos desnudos de sortijas, que aún tienen casi cerrados los ojos, lo distribuyen plácidamente por encima de sus rostros, es una masa espesa, enorme, complicada, que se eleva por encima del cerebro de las mujeres que van a ingresar en el día.
Luego, ellas abren los párpados.
Se requieren dos espejos —y necesitan además largos minutos, y gestos que ellas ya no pueden ver— para formar el moño con las manos.
Basta con un beso para desmoronarlo.
Pascal Quignard
El amor el mar
La felicidad es ese desconocido que llega como una borrasca a la orilla.
Desordena el mundo más de lo que lo pudiera hacer una tempestad.
Se lleva por delante chozas y carromatos.
Invisible, abate los árboles.
Los cascos de los barcos vuelan por el cielo.
Cuando la felicidad se presenta, hay que ser valientes. Es tan difícil: acoger la felicidad. Cuando esta surge, espontánea, sorpresiva, tensa, enloquecida, avasalladora, incomprensible, no hay que asustarse. Ante la felicidad no hay que palidecer, igual que ante el sufrimiento no hay que echarse a temblar. Un romano, al que se le ocurrió empuñar el cuchillo para defenderse, se inclinó, cayó y provocó el incendio de la ciudad, que al amanecer ya no era más que un inmenso montón de cenizas apagadas, entre las que lo único que se veía era el brillo de la hoja de aquel cuchillo. El maestro de armas que instruye a los jóvenes en el Vlaams Hoofd, frente al Kranenhoofd, en Amberes, siempre dice que durante el asalto hay que guardarse de vigilar el brillo de la punta de la espada.
Hay que concentrarse en la mirada del adversario —o también en los ojos de la amada—, mirar sólo los ojos.
Mirar el arma es perder la cabeza.
Pensar en protegerse, ya es morir.
El amor el mar
Pascal Quignard
—Estoy triste. Amo a una mujer —decía un día Hanovre.
—¿Y ella qué le ha hecho para que esté usted triste? —preguntó Abraham.
—Nada.
—¿Le ha confesado usted esto que tanto le preocupa?
—No.
—¿Por qué?
—Las mujeres no me gustan — dijo Hanovre—. Entonces, ¿qué puedo hacer para borrar en mí ese rostro que me atrae? ¿Cómo rechazar esos senos que se proyectan hacia mí y cuya realidad me parece, cada vez que los descubro, tan inesperada? ¿Cómo hacer para arrancar del fondo de mi alma la figura de esa mujer?
—¿Por qué siente usted semejante antipatía por las mujeres?
—Cuando las veo me parece recordar algo. Algo muy antiguo. Cuando estoy con ellas, tengo miedo. Me angustian. Su cuerpo blando, pegajoso, extraño, me retrae. Por eso me ve usted desdichado.
—¿Pero de qué le dan miedo?
—De que se vayan. Me da miedo que se vayan, porque siempre se están yendo. Tengo miedo de morir por culpa de su amor. No entiendo nada de lo que ellas llaman amor.
El amor el mar
Pascal Quignard
El lobo está inquieto detrás del vidrio que lo cubre. Muerde. El aire que
lo encierra se transforma en una telaraña densa compuesta por ínfimas
partículas de agua liviana que nacen del aliento del lobo que está inquieto
detrás del vidrio. Y muerde.
Parece un hombre vestido de negro parado en una esquina. Pero es un
lobo y quiere devorarte. Una garra oscura va a romper el aire mojado, va a
lamer el vidrio hasta convertirlo en pedazos. Y te va a matar.
Te devora con el pensamiento, encuentra el punto justo para saborearte.
Mide tu respiración, calcula el momento exacto para rozar tus venas con los
colmillos, para abrazarte levemente con la boca.
Querés deslizarte fuera del sueño, del vidrio que no te permite ver, del
animal transparente y humano. No querés ser testigo de la fragilidad de los
momentos, de la tibieza de la vida, de la liviandad de los cuerpos. No
querés formar parte del banquete feroz. Pero intuís que cada uno de
nosotros es un lobo que, con una eternidad exquisita, devora al otro. Lo
hace con una delicadeza tan sutil que los mordiscos se derraman, como caricias,
en la piel que está matando. Se deslizan como luces dentro de gotas,
como gotas dentro de un vidrio, como un vidrio donde hay un lobo, un lobo
que parece un hombre en una esquina.
Y te va a matar.
Tengo un conejo entre las piernas. Es negro. Yo le digo Roberto, pero se
podría llamar Ignacio o incluso Carla, pero le digo Roberto porque tiene
forma de Roberto. Es lindo porque es peludo y duerme mucho. Le conté a
mi amiga Isabel. Le dije: “Isa, hace poco me creció un conejo entre las piernas.
¿Vos también tenés uno?”. Fuimos al baño de la escuela y se sacó la
bombacha. Pero no tenía nada. Ella me pidió que le muestre a Roberto, pero
me dio vergüenza y le dije que no. Se enojó y me dijo que ella ya me había
mostrado y que yo era una tonta y que no me creía nada de nada. Ella también
es una tonta.
Ayer Isabel le contó al profesor de matemáticas lo que yo le había dicho
de Roberto. El profesor se rió y me llamó para que habláramos. ¿Es verdad
lo que me dice tu amiga Isabel? No. ¡Sí es verdad, yo lo vi! gritó la tonta.
¡Mamá me dijo que nadie puede tener un conejo entre las piernas! ¡Pero ella
tiene un conejo negro! ¡Yo se lo vi profesor! Le dije que era una mentirosa
porque yo no le mostré nada. Le grité que era una tonta y una mentirosa y
que ya no quería ser su amiga. Isabel se puso a llorar. No me dio lástima
porque ya no es más mi amiga. El profesor García se rió y le dijo a Isabel
que se fuera a su casa que después él le iba a explicar algunas cosas. El profesor
García se sentó al lado mío y me dijo: “Sos muy linda. Isabel no sabe
nada, vos no le hagas caso”. Me dio un beso y después me dio otro beso
más. Me dijo que mañana después de clases quería ver mi conejito. Me dijo
que lo quería ver para enseñarle a portarse bien.
Lo esperé. Me dijo que lo acompañara al baño porque nadie tenía que enterarse
de nuestro secreto. ¿Cómo se llama tu conejo? Roberto. ¡Qué nombre
más raro para un conejo! ¿Lo puedo ver? Me da vergüenza. Se sentó al
lado mío y me dio muchos besos y me dijo que yo era su alumna preferida y
que era la más linda. Mostrámelo, sé buenita. Yo no le voy a contar a nadie.
Me hablaba mucho y me miraba, y no hablaba como cuando está en clase
porque me miraba mucho y me agarró las manos y me dijo que me levante
la pollera. “Mostrame tu conejito Roberto”, me dijo, pero yo le dije que no
le gusta que le digan conejito porque ya creció y es grande. El profesor García
me sacó la bombacha mientras me daba besos en la cara y en el pelo y
en la boca y me decía portate bien nenita que tu profesor te va a enseñar
muchas cosas. El profesor García se quedó quieto, con la boca abierta mirando
a Roberto. El profesor García se quedó tan quieto que pensé que estaba
jugando a las estatuas. Roberto movió las orejas y le mostró los dientes.
El profesor García gritó y se fue corriendo. Roberto se volvió a dormir.
Que no crezca jamás en mis entrañas
esa calma aparente llamada escepticismo.
Huya yo del resabio,
del cinismo,
de la imparcialidad de hombros encogidos.
Crea yo siempre en la vida
crea yo siempre
en las mil infinitas posibilidades.
Engáñenme los cantos de sirenas,
tenga mi alma siempre un pellizco de ingenua.
Que nunca se parezca mi epidermis
a la piel de un paquidermo inconmovible,
helado.
Llore yo todavía
por sueños imposibles
por amores prohibidos
por fantasías de niña hechas añicos.
Huya yo del realismo encorsetado.
Consérvense en mis labios las canciones,
muchas y muy ruidosas y con muchos acordes.
Por si vinieran tiempos de silencio.
https://literariedad.co/2016/05/01/poemas-de-raquel-lanseros/
Y si no puedes hacer tu vida como la quieres,
trata esto al menos, cuanto puedas:
no la humilles en la enorme conexión del mundo,
en los múltiples vaivenes y conversaciones.
No la humilles llevándola
a pasear frecuentemente, ni la expongas
a la estupidez cotidiana
de las relaciones y de los amigos
para que no se vuelva una carga extraña.
https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/las-lagrimas-de-los-caballos-inmortales/
De acuerdo con sus mismos creadores, las primeras influencias para la creación de Batman fueron personajes del cómic y el cine estadounidense de la época: El Zorro, El Fantasma que Camina y, por supuesto y cuya influencia más se nota, La Sombra. Pero con el paso de los años, la figura de Batman, su pericia en la lucha, sus armas y su origen, se han definido más hacia el imaginario del Ninja japonés, un peleador táctico pero letal, silencioso pero aterrador.
Incluso en las revisiones del personaje más actuales, se hace hincapié en el entrenamiento en disciplinas orientales, desde Batman del Futuro hasta Batman Begins.
Pero donde más se interpoló esta asociación entre Batman y los ninjas fue en el corto Batman of Shanghai, donde se reimaginó todo el concepto de el Hombre Murcielago para hacerlo coincidir con la estética del cine de aventuras chino de los años 30.
Es por esto que Batman Ninja no toma por sorpresa al fan de Batman, y ya que Warner esta echando mano de todo el acervo del Caballero Oscuro, después de Gotham by Gaslight, la exploración de los Elsewords que involucran a Batman nos conduce a esta nueva entrega.
Hasta aquí lo que conecta con el Batman que conocemos, porque Warner parece darle carta blanca al equipo encargado para que realicen un anime utilizando los personajes de DC y ellos se desbandan en dicha libertad: el escritor Kazuki Nakashima, el diseñador de caracteres Takashi Okazaki , creador de otra mixtura entre Oriente y Occidente como es Afro Samurai, y el director Junpei Mizusaki.
La animación, el diseño de los personajes y los backgrounds son una muestra de lo mejor que conciben los japoneses el arte de la animación, siendo a mi modo de ver el punto fuerte de esta película.
Luego viene un guión que no me acaba de convencer por caer en los lugares comunes del anime: mechas sin gracia, enfrentamientos entre daimyos, mezcla entre el Japón feudal y el moderno hipertecnologizado, unido a un escaso desarrollo de personajes, ofreciendonos más de lo mismo, el enfrentamiento entre Batman y El Guasón sólo que en un ambiente exótico.
Las batallas, las armas y los trajes, además de algunos detalles de fanservice como acordarse que las chicas tiene senos, salvan esta película del desastre.
Se agradece la bocanada de aire fresco que supone la irrupción de otras formas de animación en la anquilosada visión de Warner y DC, pero para un personaje que hace de la lucha, la superación física y la rectitud moral sus valores, tan enraizados en la creencia que los occidentales tenemos de las artes marciales de oriente, como lo es Batman, creo que se desperdició una gran oportunidad de mostrarnos cómo funciona el código moral del Murciélago y cómo engarza esa concepción del bien y el mal con sus habilidades físicas y mentales.
Una colección de cortometrajes de ciencia ficción y terror, que no guardan relación estilística ni argumental entre sí, salvo quizás en el afán de impactar con historias límites.
Sin embargo, la mayoría más allá de la parte visual, resultan bastante convencionales en sus argumentos.
Edén: una sociedad futurista dividida en excluidos y residentes de una utopía tecnológica, que haría las delicias de Slavoj Zizek al demostrar que la lucha de clases sigue vigente, con horror gore infectocontagioso en espacios reducidos, elementos ya vistos en otras muchas películas.
Iris: Una aplicación telefónica conciente, más humana que sus usuarios, detiene a un asesino, nada del otro mundo, argumento flojo y actuaciones olvidables.
Phatos: visulamente impactante, un ser parecido a un hombre, anclado a una máquina por un cordón umbilical atado a su cabeza, debe comprar y consumir constantemente, en una angustia rídicula y confusa que el guión no alcanza a hacer creíble.
Eveless: Imaginería retro quirúrgica, en un guión sin interés, la recreación artificial de un ser humano no pasa de ser una mera anécdota sin desarrollo.
Flesh Computer: un homenaje a la Nueva Carne de David Cronemberg, actualizada a las nuevas tecnologías, pero no alcanza la mezcla de repulsión y fascinación que conseguía el canadiense en ExistenZ y Videodrome.
They will die in space: desde Alien el terror en el espacio exterior ha sido un elemento muy utilizado en la ficción, pero en este corto no presentan nada novedoso.
Entity: el corto que más impacto me causó en la parte visual, la influencia de 2001 Odisea en el Espacio se deja sentir desde el primer momento, los efectos visuales están muy bien realizados y el final abierto es inquietante, deja con ganas de más.
Kingz: Un corto que busca ser más de acción que de ciencia ficción, en la que un par de amigos se enfrentan a un ser extraterrestre a punta de tiros y machetazos; aparte del diseño del antagonista, me pareció el más aburrido de todos.
Tercera entrega de la saga The Monkey King, empezada en 2014 con The Monkey King, protagonizada por Donnie Yeng y Chow Yun-fat.
Para The Monkey King 2, el reparto cambió y Aaron Kwok tomó el papel de Sun Wukong.
En esta tercera parte, el monje Xuanzhang (Feng Shaofeng) continúa su viaje al Oeste en compañía de sus díscipulos, Sun Wukong, quien lo ha aceptado plenamente como maestro, el cerdo Bajie y el pez Wujing.
Pero es la voluntad de Buda que el monje conozca, además del amor al prójimo, el amor romántico, así que recala en La Tierra de las Mujeres, donde conoce a la Reina por quien experimentará el más sincero amor.
Si la primera parte de esta trilogía, se centraba más en las secuencias de acción de Donnie Yen, las secuelas han variado el tono con argumentos más contemplativos, sin renunciar a los espectaculares efectos especiales y la mezcla entre acción y comedia que ya se había visto en la segunda parte.
El trabajo actoral es aceptable, aunque el peso de la historia se desplaza desde Sun Wukong al Monje, la pareja central de actores demuestran empatía haciendo llevadera una historia que a mi pearecer es demasiado larga.
El guión oscila entre la aventura familiar, la comedia naif tan cara a los orientales y la acción intrascendente.
Es en el diseño de producción, los efectos especiales, el diseño de vestuario y la producción en general donde brilla esta película, mostrándo una historia de fantasía llevada a buen término por su director Cheang Pou-soi, que sin embargo no logra emocionar más allá del mero entretenimiento.
Un cierre no demasiado satisfactorio para una trilogía que empezó endeble, logró remontar en su segunda entrega pero no alcanzó a moverme como espectador.
Me considero fan de la primera trilogía de Star Wars, primero por ser películas que disfruté en mi infancia en televisión, por la mitología que contienen, el viaje del héroe perfectamente trazado según los canónes clásicos de la fantasía heroica, la imaginería entre retro y low fi de la tecnología utilizada, nada parece demasiado nuevo, los transportes, las naves, incluso las armas y los lugares se sienten anacrónicos, olvidados en la desidia de planetas arenosos y calurosos, y por supuesto la presencia del epítome del malo de película, la enorme figura oscura y trepidante de Darth Vader.
Alcancé a ver El Imperio Contraataca, cuando en los noventa, repusieron las películas en cine, y fuí uno de los más emocionados cuando se conoció la noticia de que Lucas haría una nueva trilogía.
Y aquí empiezan los peros.
El Episodio Uno, La amenza Fantasma fue una de las mayores decepciones que me haya deparado el cine hollywoodense en toda mi vida; recuerdo que preferí ver Episodio Uno antes que Matrix, y como cinéfilo, considero que fue un error visto en retrospectiva, pues mientras la película de las Wachowski, cuando todavía eran los Wachowski, trascendió a la historia de la ciencia ficción en el cine, la película de Lucas es apenas hoy recordada como producto de marketing, con la figura de Darth Maul.
Con este antecedente, el Episodio Dos ni siquiera me llamó la atención, siendo una de las películas de Star Wars que menos he visto.
Hasta el Episodio Tres, La Venganza de los Sith.
En esta película volvimos a encontrar al Lucas perdido, se dejó de torpezas seudo políticas y se centró en el conflicto del personaje de Anakin y su enfrentamiento final con Obi Wan, del cual resultaría el mayor malo de película de la historia Darth Vader.
La venta de LucasFilm a Disney auguró una vena más comercial a la nueva trilogía. Siguiendo las corrientes del cine hollywoodense actual, muchos efectos especiales y poco seso en el guión: exponer a los personajes a situaciones extremas, una tras otra, no es crear un guión, es simplemente llenar la proyección de macguffins, y lo único de agradecer es que prescindieron de personajes seudo humorísticos como el terrible Jar Jar.
La jugada estaba en rejuvenecer el elenco sin dejar atrás a los míticos personajes, volver a crear una situación que requiriera la aparición de nuevos héroes, y no encontraron nada mejor que una nueva tiranía que precisara otra vez de una Resistencia, y apabullarnos con escenarios y efectos cada cuál más imponente que el anterior.
Los contra, demasiados personajes, muchos de los cuales no tienen el empuje necesario para hacerlos interesantes, demasiadas subtramas, la mayoría inanes y vacías, y un afán por emular la trilogía original.
Y por supuesto, una avalancha de publicidad.
Ver el incio de esta nueva trilogía en cine , me dejó un sabor agridulce, una película más, en espera que la segunda parte mejorara en algo.
Y la decepción continúa.
Los personajes principales siguen sin resultar atractivos, el antagonista no tiene ningún gancho, el enfrentamiento final carece de emoción, las peripecias son tantas que uno olvida qué están buscando los personajes, además de secundarios rídiculos, como Benicio del Toro, con una interpretación horrible y una aparición que no empuja el guión a ningún lado.
Adam Driver sigue interpretando un antagonista vacío, sin motivaciones más allá de la malcriadez de acabar con sus progenitores, y Daisy Ridley aún se ve forzada.
Los huecos en el guión continúan, quién es Snoke, cuál su motivación, un personaje sin sentido, sobre todo después de una muerte tan pendeja.
Disney sólo busca taquilla, al parecer los espectadores actuales solo buscan entretenimiento sin cuestionarse la integridad de la historia que se le está brindando, mitos sin pahtos, superhéroes antes que héroes en el sentido clásico y trágico, todo lo cual queda servido, con creces, pues son películas larguisímas, en esta nueva trilogía y supongo, no he visto Rogue One, en todos los spin-offs que continúan ampliando el universo de Star Wars, arrasando de paso el canon que tan celosamente construyeron los fan en las décadas anteriores.