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Para leer en la silla elèctrica

La música y la muerte

5. LA MÚSICA Y LA MUERTE

Durante mucho tiempo la música se tocó con esos instrumentos de piedra que eran las naves de las iglesias, sumidas en la penumbra, del mundo románico, y luego con las inmensas y más luminosas avenidas de las catedrales, del mundo gótico. La música sobre la muerte de Dios siempre comenzaba con un silencio alrededor de las últimas palabras de su agonía, y luego se iba elevando hasta hacerse atronadora. A veces infundía terror. A veces entristecía. A veces consolaba. Por lo menos, así lo creían todos los músicos, cuando era falso y en el origen la música daba muerte al final del silencio que ella misma, con su acecho, convocaba. El sonido, denso y seco y puro, que hace la cuerda del arco, es el signo de la presa que cae a lo lejos, tan lejos que un perro tiene que socorrer a la vista, correr, saltar, para traerle al arquero eso que corría, que volaba, y que ha muerto. Exaltación de lo que cae, tanto para el olfato del perro como para la mirada del hombre. El hambre, o más bien la hambruna, es el núcleo de todos los deseos que nos poseen, sin excepción alguna. Fantasmas sonoros vagabundean por el espacio por encima de sus cadáveres, de sus pieles, de sus bosques, de sus incisivos, de sus tibias. Se baja a las grutas para oír, en primer lugar, los latidos del propio corazón en las tinieblas. Ese es verdaderamente el primer canto. Tal como se oye en la orilla del mar, cuando se aplica una concha marina a la oreja del niño. Esas cúpulas de nácar o de calcita tan oscuras también son depósitos de silencio antes de que formen paredes dedicadas a los ecos. Las iglesias sustituyeron a las antiguas cavernas como cajas de resonancia para una belleza cada vez más inaudita. Cuando el dios del sol tomó en sus manos la primera lira, lo que tomó fue el caparazón hueco de una tortuga, en la espalda de la cual se reúnen los presagios, y a la que da la vuelta en el umbral de la gruta en la linde de la Arcadia: tensa en ella las tripas de las cabras a las que pastorea y a las que ha matado. La palabra arco sirve para matar y para hacer sonar la música. La música lleva a los infiernos, y allí somete a las sombras voraces con las que se encuentra de repente, bruscamente, en el otro mundo. Ahí se refugiaron con sus propios antepasados aquellos que la enseñaron. Entonces los perros guardianes, los dogos, que fueron los primeros en conocerla, cuando todavía eran lobos, dejan de ladrar y se tumban ante la puerta inmensa que forman las gigantescas quijadas abiertas del Infierno. Orfeo avanza tocando sin cesar la lira ante los innumerables y penetrantes ojos de Cerbero. Entona cuatro sílabas que atraen a la sombra de su amada. Ella le sigue paso a paso, suavemente, envuelta en las resonancias de su propio nombre, de su voz, de su lira, mientras él franquea la puerta negra. Si súbitamente le abandona, sin avisarle, es por culpa de una mirada —es porque el músico se había vuelto, en busca de visión, de mira, de acecho, de mirada, de luz. Los sonidos fantasmas son como las apariciones en los sueños, todas las cuales reclaman, exigen, ojos cerrados y noche. Lo que los despierta en la noche no son posturas precisas, no son paisajes amados, sino crujidos, detonaciones misteriosas, campanas o gongs que llaman, pequeñas olas que rompen contra la roca, un rumor súbito en la orilla a la que da la ventana, bajo el balcón, melodías que quedan adheridas a la cavidad del cráneo, en bolsillos secretos, laberínticos, minúsculos divertículos, criptas, capillitas laterales, tragaluces en el interior de ese extraño aliento contenido que es cada alma humana cuando tiembla. Los sonidos que se siguen son pensamientos. Son resonancias de la emoción. Extraños hostigamientos que obsesionan al humor interno tanto como lo expresan. Misteriosas ofrendas de reproches, de aires que vuelven en bucle como apariciones, trinos de pájaros, penas.

Pascal Quignard

El amor el mar

La música es así

La música es así. Es como el universo. Por la explosión del primer sonido se percibe el mundo. Es el attaca. Es el sonido de antaño del universo, antes de que comenzase su caos, y antes de que este último se dilatase en espacio en la noche que constituye su madre. En los libros se empieza por una frase que impone el silencio. En las sesiones musicales se comienza con un grito, como en los bosques.

Pascal Quignard.

El amor el mar.

Dios, al morir, miró los dados

Pedro en el patio de Anás avanzó las manos hacia la lumbre. Pedro se acuclilló junto al brasero en el frío del invierno, y Pedro se avergonzó al mirarse las manos en las llamas, se avergonzó porque había hablado, vergüenza y horror porque había traicionado a su amor. Y llora al mirarse los dedos que han enrojecido sobre los carbones. Jesús mismo recogió su túnica después de la flagelación para ocultar a la vista de sus discípulos, y de los soldados, y de los sacerdotes, sus nalgas enrojecidas y luego, cuando lo clavaron en la cruz, volvió a avergonzarse e inclinó la cabeza. ¿Qué vio, al inclinar la cabeza? Es muy extraño lo que vio Dios en el momento de morir. Dios, al morir, miró los dados y las cartas en las manos de los tres soldados que velaban los tres cuerpos agonizantes. Eso fue lo último que vio Dios antes de morir. Una partida de cartas. La linterna sorda que las ilumina. Tres hombres jugando una partida en la cima de la colina. Lanzan los dados a la luz de esta única llama que se ve por la puertecilla de nácar de la linterna. Los otros tres, por encima de ellos, desnudos, sometidos a la muerte lenta, con los brazos dislocados, con las manos exangües, siguen, sufriendo, la partida que los tres soldados romanos han comenzado mientras ellos lentamente expiran.

Luego, ellas abren los párpados

Thullyn se recoge la masa del cabello atrás. Maneja un peine que extiende y estira ese gran volumen sobre su cabeza. El peine de carey despeja la frente por completo. Le desnuda hasta los sentimientos. Le llena los ojos de miedo y de sinceridad. El cabello muestra las raíces. Las sienes se estrechan. El moño se levanta. Le alarga el rostro, lo despeja. Sólo el gran amor, o bien la tempestad, y todos los arrebatos cercanos a la pasión, el brusco deseo sexual, lo desbaratan. Eso es exactamente el amor: esa cabellera tan airosa, tan construida, que de repente se desparrama y se extiende sobre los hombros, y cubre los senos, que se dilatan. El movimiento del deseo lo libera de todo su peso. Libera su extraño perfume. La cabellera desecha se enreda. Ahora expresa un amplio desorden, el olor, la antigua naturaleza, la crin. Todo ese perfume de fiera, o de avena, o de gata, o de madreselva, o de moras, se despierta, se eleva, se dilata como una nube alrededor del cuerpo, el olor del cabello suelto que descansa sobre la almohada o la sábana, el olor de la piel de las axilas, el olor de los pelos del mechón que protege la vulva y su secreto, todo el cuerpo desnudo, animado por el esfuerzo del placer que se busca en todo el volumen de la carne, en la tensión de los músculos, por la extensión del sexo que se eleva, por el zumo del sexo que se entreabre, se hincha, enloquece.

Por la mañana, cuando las manos de las que apenas acaban de despertar, que aún tienen los dedos desnudos de sortijas, que aún tienen casi cerrados los ojos, lo distribuyen plácidamente por encima de sus rostros, es una masa espesa, enorme, complicada, que se eleva por encima del cerebro de las mujeres que van a ingresar en el día.

Luego, ellas abren los párpados.

Se requieren dos espejos —y necesitan además largos minutos, y gestos que ellas ya no pueden ver— para formar el moño con las manos.

Basta con un beso para desmoronarlo.

 

Pascal Quignard

El amor el mar

La Felicidad.

La felicidad es ese desconocido que llega como una borrasca a la orilla.

Desordena el mundo más de lo que lo pudiera hacer una tempestad.

Se lleva por delante chozas y carromatos.

Invisible, abate los árboles.

Los cascos de los barcos vuelan por el cielo.

Cuando la felicidad se presenta, hay que ser valientes. Es tan difícil: acoger la felicidad. Cuando esta surge, espontánea, sorpresiva, tensa, enloquecida, avasalladora, incomprensible, no hay que asustarse. Ante la felicidad no hay que palidecer, igual que ante el sufrimiento no hay que echarse a temblar. Un romano, al que se le ocurrió empuñar el cuchillo para defenderse, se inclinó, cayó y provocó el incendio de la ciudad, que al amanecer ya no era más que un inmenso montón de cenizas apagadas, entre las que lo único que se veía era el brillo de la hoja de aquel cuchillo. El maestro de armas que instruye a los jóvenes en el Vlaams Hoofd, frente al Kranenhoofd, en Amberes, siempre dice que durante el asalto hay que guardarse de vigilar el brillo de la punta de la espada.

Hay que concentrarse en la mirada del adversario —o también en los ojos de la amada—, mirar sólo los ojos.

Mirar el arma es perder la cabeza.

Pensar en protegerse, ya es morir.

 

El amor el mar

Pascal Quignard

Estoy triste. Amo a una mujer

—Estoy triste. Amo a una mujer —decía un día Hanovre.

—¿Y ella qué le ha hecho para que esté usted triste? —preguntó Abraham.

—Nada.

—¿Le ha confesado usted esto que tanto le preocupa?

—No.

—¿Por qué?

—Las mujeres no me gustan — dijo Hanovre—. Entonces, ¿qué puedo hacer para borrar en mí ese rostro que me atrae? ¿Cómo rechazar esos senos que se proyectan hacia mí y cuya realidad me parece, cada vez que los descubro, tan inesperada? ¿Cómo hacer para arrancar del fondo de mi alma la figura de esa mujer?

—¿Por qué siente usted semejante antipatía por las mujeres?

—Cuando las veo me parece recordar algo. Algo muy antiguo. Cuando estoy con ellas, tengo miedo. Me angustian. Su cuerpo blando, pegajoso, extraño, me retrae. Por eso me ve usted desdichado.

—¿Pero de qué le dan miedo?

—De que se vayan. Me da miedo que se vayan, porque siempre se están yendo. Tengo miedo de morir por culpa de su amor. No entiendo nada de lo que ellas llaman amor.

 

El amor el mar

Pascal Quignard

El aliento del lobo - Agustina Bazterrica

El lobo está inquieto detrás del vidrio que lo cubre. Muerde. El aire que

lo encierra se transforma en una telaraña densa compuesta por ínfimas

partículas de agua liviana que nacen del aliento del lobo que está inquieto

detrás del vidrio. Y muerde.

Parece un hombre vestido de negro parado en una esquina. Pero es un

lobo y quiere devorarte. Una garra oscura va a romper el aire mojado, va a

lamer el vidrio hasta convertirlo en pedazos. Y te va a matar.

Te devora con el pensamiento, encuentra el punto justo para saborearte.

Mide tu respiración, calcula el momento exacto para rozar tus venas con los

colmillos, para abrazarte levemente con la boca.

Querés deslizarte fuera del sueño, del vidrio que no te permite ver, del

animal transparente y humano. No querés ser testigo de la fragilidad de los

momentos, de la tibieza de la vida, de la liviandad de los cuerpos. No

querés formar parte del banquete feroz. Pero intuís que cada uno de

nosotros es un lobo que, con una eternidad exquisita, devora al otro. Lo

hace con una delicadeza tan sutil que los mordiscos se derraman, como caricias,

en la piel que está matando. Se deslizan como luces dentro de gotas,

como gotas dentro de un vidrio, como un vidrio donde hay un lobo, un lobo

que parece un hombre en una esquina.

Y te va a matar.

Roberto - Agustina Bazterrica

Tengo un conejo entre las piernas. Es negro. Yo le digo Roberto, pero se

podría llamar Ignacio o incluso Carla, pero le digo Roberto porque tiene

forma de Roberto. Es lindo porque es peludo y duerme mucho. Le conté a

mi amiga Isabel. Le dije: “Isa, hace poco me creció un conejo entre las piernas.

¿Vos también tenés uno?”. Fuimos al baño de la escuela y se sacó la

bombacha. Pero no tenía nada. Ella me pidió que le muestre a Roberto, pero

me dio vergüenza y le dije que no. Se enojó y me dijo que ella ya me había

mostrado y que yo era una tonta y que no me creía nada de nada. Ella también

es una tonta.

 

Ayer Isabel le contó al profesor de matemáticas lo que yo le había dicho

de Roberto. El profesor se rió y me llamó para que habláramos. ¿Es verdad

lo que me dice tu amiga Isabel? No. ¡Sí es verdad, yo lo vi! gritó la tonta.

¡Mamá me dijo que nadie puede tener un conejo entre las piernas! ¡Pero ella

tiene un conejo negro! ¡Yo se lo vi profesor! Le dije que era una mentirosa

porque yo no le mostré nada. Le grité que era una tonta y una mentirosa y

que ya no quería ser su amiga. Isabel se puso a llorar. No me dio lástima

porque ya no es más mi amiga. El profesor García se rió y le dijo a Isabel

que se fuera a su casa que después él le iba a explicar algunas cosas. El profesor

García se sentó al lado mío y me dijo: “Sos muy linda. Isabel no sabe

nada, vos no le hagas caso”. Me dio un beso y después me dio otro beso

más. Me dijo que mañana después de clases quería ver mi conejito. Me dijo

que lo quería ver para enseñarle a portarse bien.

 

Lo esperé. Me dijo que lo acompañara al baño porque nadie tenía que enterarse

de nuestro secreto. ¿Cómo se llama tu conejo? Roberto. ¡Qué nombre

más raro para un conejo! ¿Lo puedo ver? Me da vergüenza. Se sentó al

lado mío y me dio muchos besos y me dijo que yo era su alumna preferida y

que era la más linda. Mostrámelo, sé buenita. Yo no le voy a contar a nadie.

Me hablaba mucho y me miraba, y no hablaba como cuando está en clase

porque me miraba mucho y me agarró las manos y me dijo que me levante

la pollera. “Mostrame tu conejito Roberto”, me dijo, pero yo le dije que no

le gusta que le digan conejito porque ya creció y es grande. El profesor García

me sacó la bombacha mientras me daba besos en la cara y en el pelo y

en la boca y me decía portate bien nenita que tu profesor te va a enseñar

muchas cosas. El profesor García se quedó quieto, con la boca abierta mirando

a Roberto. El profesor García se quedó tan quieto que pensé que estaba

jugando a las estatuas. Roberto movió las orejas y le mostró los dientes.

El profesor García gritó y se fue corriendo. Roberto se volvió a dormir.

INVOCACIÓN Raquel Lanseros

INVOCACIÓN Raquel Lanseros

Que no crezca jamás en mis entrañas
esa calma aparente llamada escepticismo.
Huya yo del resabio,
del cinismo,
de la imparcialidad de hombros encogidos.
Crea yo siempre en la vida
crea yo siempre
en las mil infinitas posibilidades.
Engáñenme los cantos de sirenas,
tenga mi alma siempre un pellizco de ingenua.
Que nunca se parezca mi epidermis
a la piel de un paquidermo inconmovible,
helado.
Llore yo todavía
por sueños imposibles
por amores prohibidos
por fantasías de niña hechas añicos.
Huya yo del realismo encorsetado.
Consérvense en mis labios las canciones,
muchas y muy ruidosas y con muchos acordes.

Por si vinieran tiempos de silencio.

 

 

 

https://literariedad.co/2016/05/01/poemas-de-raquel-lanseros/

Cuanto puedas Constantino Kavafis

Cuanto puedas  Constantino Kavafis

Y si no puedes hacer tu vida como la quieres,
trata esto al menos, cuanto puedas:
no la humilles en la enorme conexión del mundo,
en los múltiples vaivenes y conversaciones.

No la humilles llevándola
a pasear frecuentemente, ni la expongas
a la estupidez cotidiana
de las relaciones y de los amigos
para que no se vuelva una carga extraña.

 

https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/las-lagrimas-de-los-caballos-inmortales/

El Nuevo Apogeo - Brian W Aldiss

 Apogee Again (1999)

No sé si os lo vais a creer, pero hubo un tiempo en que vivíamos en un mundo diferente. Muy parecido al nuestro, pero un poquito diferente.

Una de las diferencias era el comportamiento del sexo femenino. Pero entonces, como siempre habíamos imaginado, las mujeres tenían alas y sabían volar. Las alas no eran como las de los ángeles, sino más parecidas a la cola de un pavo, de aspecto frágil, multicoloreadas, en tonos que capturaban y reflejaban la luz del sol. Y eran enormes. Oh, las mujeres estaban tan hermosas cuando volaban desnudas sobre nuestras cabezas. Era de dominio público que algunos jóvenes morían cuando contemplaban esa belleza intolerable.

Debido a la naturaleza de su dieta, sus deyecciones eran leves y caían flotando al suelo, casi desafiando la ley de la gravedad.

Debería decir que las mujeres vivían en lo alto de grandes columnas huecas. Nadie conocía la antigüedad de las columnas, pero tampoco se habría concedido crédito a quien lo supiera. Eran las columnas que sostenían las plataformas elevadas. Mujeres jóvenes y viejas volaban de una enorme plataforma aérea a otra, esas inmensas plataformas donde a los hombres no les estaba permitido poner el pie. Como contaré más adelante, las mujeres voladoras bajaban a la altura del suelo en ocasiones, por supuesto. Algunas se casaban con hombres. El día de la boda, o cuando perdían la virginidad, pasara lo que pasara antes, las plumas caían de sus alas. Las estructuras de las alas se marchitaban y morían. Y desde aquel día, las mujeres casadas tenían que ir a pie por todas partes. Y comportarse como personas normales, que ni siquiera imaginan lo que es volar. En la época de la que estoy hablando, cuando el mundo se estaba oscureciendo cada vez más y el sol empequeñecía, corría un dicho entre los hombres: «Si Halón hubiera querido que voláramos, no nos habría dado testículos».

Los hombres que vivían en el suelo no creían en nada. Hasta la idea de la existencia de un Halón procedía de las mujeres. Vivían al día, lo cual significaba que les costaba imaginar lo que no tenían delante de las narices. Pero las mujeres poseían una fe, y bastante ridícula, llena de fantasías extravagantes.

Las mujeres se aferraban los genitales cuando recitaban, «Creo que nuestra breve vida no lo es todo. Creo que después del final de nuestras vidas, la oscuridad pervivirá. Creo que volarán dragones y nos devorarán a todas, hasta el último pedazo, incluidas las partes útiles que asimos».

Deliciosos estremecimientos se apoderaban de ellas cuando recitaban este mantra cada día al anochecer. Porque creían y no creían al mismo tiempo. La idea de dragones voladores era tan…, bien, ridícula, a decir verdad.

Había otras muchas cosas que preocupaban a las mujeres, por supuesto. Cantar era, prácticamente, un arte marcial. Acicalarse las alas ocupaba mucho tiempo. Moverlas era un ejercicio diario. Se decía que, por las noches, dos mujeres conchabadas se lanzaban sobre un hombre distraído y le conducían a su Plataforma, donde lo compartían. En tales ocasiones, sus alas no perecían.

Las mujeres cantaban su felicidad desde las alturas. Los hombres captaban tenues melodías. Algunos hombres habían muerto por amor a la música. Se habían inventado grandes amplificadores de hojalata batida, con el fin de que la música se oyera con más claridad. De fabricar amplificadores se ocupaban los amplificeros.

Fabricante de calor era una ocupación modesta. Nadie podía inventar el fuego, porque las llamas no podían tolerar nuestra compleja atmósfera.

La profesión mejor considerada al nivel del suelo era la de elevador. Los elevadores siempre estaban creando alas falsas, que el comprador se sujetaba al cuerpo para intentar ascender hasta las plataformas. ¡Cualquier cosa con tal de atrapar a una de aquellas beldades aladas! Hasta el momento, sólo el joven Dedlukki lo había conseguido. Otros habían logrado elevarse hasta la altura de las plataformas, pero las mujeres les habían repelido con palos, hasta que cansados de agitar los brazos se habían precipitado a su muerte en el lejano suelo.

Así que las mujeres volaban libres, disfrutando de las brisas, y los hombres trabajaban o cuidaban de sus rebaños. Las mujeres volaban libres, recortadas contra un cielo turquesa que iba cambiando poco a poco de color, mes tras mes, derivando hacia un gris más ominoso, y del gris a un rojo deslustrado. Las mujeres volaban libres mientras el calor daba paso gradualmente al frío.

El elevador Wissler era un hombre que sabía poco de estas cosas. Wissler fue quien convocó al consejo y anunció por primera vez que estaba ocurriendo lo que él llamaba Enfriamiento Global, y que llegaría un momento en que la atmósfera se congelaría, a menos… Ah, pero ¿a menos qué? Se suscitó un gran debate.

Por fin, se tomó la decisión de consultar a las mujeres al respecto. Enfocaron los amplificadores de hojalata hacia las alturas.

—Hermosas damas, terribles cambios van a acontecer en nuestro mundo. El sol continúa alejándose. Antes de que alcance la máxima distancia, la mayor parte de nuestro aire se transformará en océano. Eso dicen los sabios.

»Y los hombres sabios hablan de dragones que devorarán el mundo.

»¿Cómo podemos devolver el calor a nuestras tierras? Sólo mediante el calor de nuestros cuerpos. En consecuencia, os suplicamos con toda humildad que permitáis a cierto número de jóvenes y hombres apuestos subir los dos mil peldaños ocultos en el interior de vuestras columnas y acceder a vuestras plataformas. Cohabitarán con vosotras, y fornicarán con vosotras a base de introducir sus pegos en vuestros encantadores lares. La fricción resultante devolverá el calor a nuestro mundo agonizante. Os rogarnos que aceptéis nuestra oferta.

Risas agudas llegaron desde el mundo superior. Voces mordaces transmitieron burlas. Algunas decían: «¡Excelente treta, hombres idiotas! ¡Pero no nos engañáis!». Otras gritaban «¡No os vamos a recibir aquí arriba! ¡De ninguna manera!».

Los hombres volvieron a cuidar de sus ovejas y vacas. La temperatura descendió. Nuestra atmósfera estaba compuesta de cuatro gases principales. El gas al que llamábamos aspargo sufrió alteraciones. Estallaron extrañas tormentas Aunque el aspargo no es respirable, dio la impresión de que facilitaba nuestra respiración. Estaba subiendo, de modo que la respiración al nivel del suelo se hizo irregular. Cuanto más frío hacía, más subía el aspargo.

En cuanto a las mujeres, sufrían mucho debido a su desnudez. Sus hermosas alas perdieron lustre. Se les cayeron las plumas, hasta que ya no pudieron volar. Por fin, cuando pareció que el cielo se había teñido de rojo para siempre, y una extraña niebla lo invadía todo, una mujer de edad avanzada que todavía conservaba las alas bajó al suelo y convocó al elevador Wissler y los demás.

Dirigió la palabra a la multitud congregada.

—Hablo en nombre de la mayoría de nuestras mujeres. Hemos observado que el aire se enfría y cuesta más respirar. Por lo tanto, proponemos bajar a vuestro nivel para presentar nuestros lares a vuestros pegos, con el fin de que tenga lugar un coito masivo y el calor generado devuelva nuestro planeta al estado de felicidad en que se encontraba.

»Somos conscientes de que esta acción tal vez parezca desagradable, pero no se nos ocurre otra alternativa. Vuestros Jovenes han de cumplir su deber por el bien de la raza.

No demostró la menor sorpresa cuando los jóvenes accedieron de inmediato y con entusiasmo a su propuesta. Muchos se presentaron voluntarios. Confesaron que sus pegos ya estaban preparados para cumplir su deber y entrar en varios lares. Se acordó un día, y con bastante precipitación, pues el aumento del frío amenazaba con provocar una terrible letargia. El sol era poco más que un ojo congelado, empequeñecido bajo su párpado de nubes que lo eclipsaban. Los hombres estaban desesperados, pues algunos animales de los que dependían para subsistir habían caído en una extraña catalepsia, de la que era imposible despertarles.

El día acordado, las mujeres bajaron los dos mil peldaños tallados en el interior de sus grandes columnas. Ninguna podía volar. Sus alas inútiles rozaban la pared interior mientras descendían. Colgados cabeza abajo, en la parte inferior de los grandes peldaños, había objetos grandes similares a babosas. Se removieron cuando las mujeres pasaron. Uno o dos incluso extendieron delgadas antenas de quisquilla, como si examinaran el desfile.

El suelo pareció muy oscuro a las mujeres. Algunas estaban asustadas. Los hombres las recibieron con antorchas llenas de oropéndolas, aunque el brillo de las antorchas ya no era tan intenso como antes. No obstante, bastaron para que los hombres condujeran a las mujeres hasta su Gran Salón, donde se habían instalado cuarenta toscas camas, con mantas de colores chillones, veinte a cada lado del salón, con un estrecho espacio en medio para que cualquiera pudiera caminar y tomar posiciones.

Casi todas las mujeres se habían cubierto con trozos de tela para no pasar frío. Mientras se desvestían, los hombres también se quitaron sus toscas prendas a toda prisa. Se presentaron a sus parejas. Algunos pegos ya estaban en posición de firmes. Otros necesitaron cierta persuasión. Sonó un gong, una nota algo apagada. Los ochenta participantes se acostaron en las camas, uno al lado del otro. Se besaron y palparon las partes principales de la pareja, como los pegos, los lares y los tutis.

A otro golpe de gong, comenzó la fornicación en masa. Ochenta traseros se movieron al unísono. Un sonido de succión invadió la sala. Se generó mucha excitación y calor. De hecho, como el sorprendido superintendente comentó después, «el semen generado bastaba para llenar botellas de leche suficientes para alimentar a todos los cahows del planeta».

Hacia el final de aquella larga jornada, los hombres descubrieron que preferían la inmovilidad. Se estaba produciendo efecto neuroléptico. Los traseros dejaron de moverse, hasta quedar inmóviles como una talla. Las mujeres se libraron de sus cargas y se levantaron con dificultad, porque también estaban derivando hacia la inmovilidad. Pasaron por encima de los cuerpos inertes de los hombres y abandonaron el Gran Salón del Esparcimiento y la Copulación. Entonces, sus ojos entornados descubrieron un extraño espectáculo.

Una profunda niebla azul, casi tan espesa como melaza cubría el suelo, hasta la altura de la rodilla, y continuaba subiendo. El aire parecía compuesto de copos de nieve, y transmitía ruidos extraños, algunos toscos, algunos musicales. La atmósfera se estaba depositando. Las mujeres, sujetándose mutuamente para no caer, en muchos casos con sus vestidura aleteando en el viento, volvieron hacia sus columnas.

Se esforzaron por entrar, se esforzaron por subir unos pocos peldaños, hasta que una extraña catalepsia se apoderó de ellas. La última mujer que entró miró hacia arriba, y vio a través de un jirón en las nubes que su sol, en otro tiempo cordial ya no era más que una chispa lejana.

—Nos equivocamos —exclamó con voz ahogada—. ¡Demos gracias a Halón!

El fenómeno del apogeo se intensificó, aceleró, como si siguiente perihelio no distara varios miles de años.

La luna apareció, como una lámpara en el cielo atormentado. No consiguió iluminar. Rodaba muerta en su órbita. La nieve caía en largas varillas remolineantes, en lugar de copos individuales. La niebla azul se había espesado, y se convirtió en líquido. Al cabo de pocas horas, hasta el Gran Salón del Esparcimiento y la Copulación estaba inundado. Sólo tejado sobresalía del agua. Después, el tejado se hundió bajo olas ominosas. Ningún grito brotó de las gargantas de los hombres: todos se habían enamorado de la oscuridad, las profundidades abisales y los silencios voraces de la eternidad.

Continuaba lloviendo. Y el agua subía por los costados de las columnas.

¿Qué había sido de las mujeres refugiadas dentro de esas columnas?

El cambio de la atmósfera las redujo a la catalepsia, sobre los grandes peldaños. Se aovillaron juntas en una parodia de algún desastre étnico, se transformaron en algo sólido. Los pulmones dejaron de moverse, los corazones de latir, la sangre de circular. Sus úteros, aquellos receptáculos de un futuro lejano, se convirtieron en porcelana. Y lo que contenía aquella cámara de porcelana era una cosa diminuta y paciente, una mera multiplicidad de células, satisfecha con esperar durante siglos de frío y oscuridad, hasta que una vez más planeta y satélite surcaran siglos de proximidad.

Por encima de aquellos guiñapos de maternidad momificada, las cáscaras que colgaban de la parte inferior de los escalones empezaron a moverse. Se estaban agitando, despertando de un largo sueño filogénico en que la noche era día y el día era noche, y el escroto de una gamba contenía todas las dimensiones.

Las gambas habían revivido y ascendían, todavía medio dormidas, a través de los cilindros inundados, hasta estallar en toda su gloria sobre su entorno resucitado, todo oscuridad crepuscular y aspargo vivificante. El aspargo, con su punto de congelación bajo, lanzaba vientos nuevos sobre un enorme mar bravío, que de vez en cuando rompía contra las plataformas.

Por debajo de ellas se extendía un océano de atmósfera antigua. Por encima, el manto magnificente de estrellas, como si una nueva llama abrasara la galaxia. En verdad había fuego, convertido en diamantes…

Sus bigotes crecieron al verlo y olerlo. Sus cuerpos se estiraron como medias elásticas. Sus numerosas piernas desarrollaron altura, músculos y actividad. El color apareció a lo largo de sus cuerpos huecos. Corrieron chillando de felicidad, regocijándose del privilegio de estar vivas, conscientes… volando. Pues mientras corrían, sus alas brotaron como flores gigantescas, se extendieron, batieron como cometas y transportaron sus frágiles cuerpos al corazón del alegre aspargo oscuro.

Cuando sus cuerpos se elevaron, también lo hicieron su ánimos. El aspargo estaba encendido de color.

Y la raza negativa, libre de información, libre de conocimientos, libre de cualquier sabiduría, excepto la de navegar en los vientos sobre el océano, partió a diseminar su semilla en grandes regueros perfumados sobre los zafiros de hielo, hasta que la aurora solar despuntó, y una vez más la luz del sol regresó para cumplir su deber con los seres que existían bajo ese océano atmosférico.

Ninguna especie conocía a la otra. Cada una tenía su turno de felicidad. Para cada una, la otra especie era como un sueño.

Como ya he dicho, este mundo era muy parecido al otro aunque un poco diferente.

Poesía peruana: Osman Alzawihiri

POESÍA PERUANA: OSMAN ALZAWIHIRI


16 sep 2015


Presentamos la poesía de Osman Alzawihiri (Puno, Perú, 1982). Es docente de literatura y poeta. Ha publicado: Chuspa del café (2009), Sudario 2981 (Poesía, 2010) Herbaje de incienso (Poesía, 2011), Ichus negro (Poesía, 2013). Primer premio Horacio de Educación en el área de poesía 2011. Ha participado en el Festival de poesía Enero en la palabra 2014. Organizó el Primer Recital de poesía Transito de Humo. Es Director y compilador de la Revista de literatura Hado Tártaro.

 

 

LXVIII

leños para verme a diario y caminar hacia uno mismo sin soltar la pita y salutar espejos rotos que vuelan como hojas de nieve | la noche se recrea en rostros desmemoriales | perdiéndose unos tras otro | detrás de ese río inmóvil para verse en la diestra corpuscular anónimo| por eso ya están ornados de negro | ahí está | la dulzura que desangró los nubes rojos | tal vez oré a quien se fue sin mí| PERO VOY ENCEGUECIDO Y MUDO COMO SI ANDUVIERA CIUDADES

 

 

 

http://circulodepoesia.com/2015/09/poesia-peruana-osman-alzawihiri/

Luis Cernuda: 21 de septiembre de 1904

 

 

BIRDS IN THE NIGHT

 

El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso una lápida

En esa casa 8 Great College Street, Camden Town, Londres,

Adonde en una habitación Rimbaud y Verlaine, rara pareja,

Vivieron, bebieron, trabajaron, fornicaron,

Durante algunas breves semanas tormentosas.

Al acto inaugural asistieron sin duda embajador y alcalde,

Todos aquellos que fueran enemigos de Verlaine y

Rimbaud cuando vivían.

 

La casa es triste y pobre, como el barrio,

Con la tristeza sórdida que va con lo que es pobre,

No la tristeza funeral de lo que es rico sin espíritu.

Cuando la tarde cae, como en el tiempo de ellos,

Sobre su acera, húmedo y gris el aire, un organillo

Suena, y los vecinos, de vuelta del trabajo,

Bailan unos, los jóvenes, los otros van a la taberna.

 

Corta fue la amistad singular de Verlaine el borracho

Y de Rimbaud el golfo, querellándose largamente.

Mas podemos pensar que acaso un buen instante

Hubo para los dos, al menos si recordaba cada uno

Que dejaron atrás la madre inaguantable y la aburrida esposa.

Pero la libertad no es de este mundo, y los libertos,

En ruptura con todo, tuvieron que pagarla a precio alto.

 

Sí, estuvieron ahí, la lápida lo dice, tras el muro,

Presos de su destino: la amistad imposible, la amargura

De la separación, el escándalo luego; y para éste

El proceso, la cárcel por dos años, gracias a sus costumbres

Que sociedad y ley condenan, hoy al menos; para aquél a solas

Errar desde un rincón a otro de la tierra,

Huyendo a nuestro mundo y su progreso renombrado.

 

El silencio del uno y la locuacidad banal del otro

Se compensaron. Rimbaud rechazó la mano que oprimía

Su vida; Verlaine la besa, aceptando su castigo.

Uno arrastra en el cinto el oro que ha ganado; el otro

Lo malgasta en ajenjo y mujerzuelas. Pero ambos

En entredicho siempre de las autoridades, de la gente

Que con trabajo ajeno se enriquece y triunfa.

 

Entonces hasta la negra prostituta tenía derecho de insultarles;

Hoy, como el tiempo ha pasado, como pasa en el mundo,

Vida al margen de todo, sodomía, borrachera, versos escarnecidos,

Ya no importan en ellos, y Francia usa de ambos nombres y ambas obras

Para mayor gloria de Francia y su arte lógico.

Sus actos y sus pasos se investigan, dando al público

Detalles íntimos de sus vidas. Nadie se asusta ahora, ni protesta.

“¿Verlaine? Vaya, amigo mío, un sátiro, un verdadero sátiro

Cuando de la mujer se trata; bien normal era el hombre,

Igual que usted y que yo. ¿Rimbaud? Católico sincero, como está demostrado.”

Y se recitan trozos del “Barco ebrio” y del soneto a las

“Vocales”.

Mas de Verlaine no se recita nada, porque no está de moda

Como el otro, del que se lanzan textos falsos en edición de lujo;

Poetas jóvenes, por todos los países, hablan mucho de él en sus provincias.

 

¿Oyen los muertos lo que los vivos dicen luego de ellos?

Ojalá nada oigan: ha de ser un alivio ese silencio interminable

Para aquellos que vivieron por la palabra y murieron por ella,

Como Rimbaud y Verlaine. Pero el silencio allá no evita

Acá la farsa elogiosa repugnante. Alguna vez deseó uno

Que la humanidad tuviese una sola cabeza, para así cortársela.

Tal vez exageraba: si fuera sólo una cucaracha, y aplastarla.

 

 

 

http://circulodepoesia.com/2015/09/luis-cernuda-1904-1963-aniversario-de-su-nacimiento/

La esperanza es la cosa con plumas: Emily Dickinson

La esperanza es la cosa con plumas
 
 
La esperanza es la cosa con plumas

Que se posa en el alma,

Y canta la tonada sin palabras,

Y nunca jamás se detiene,

Y más dulce en el vendaval se oye;

Y severa debe ser la tormenta

que pueda perturbar al pequeño pájaro

que hizo conservar el calor a tantos.

Lo he oído en la tierra más fría

y en el mar más extraño;

sin embargo, nunca, en la adversidad,

pidió de mí una migaja.

 

http://circulodepoesia.com/2015/09/diegesis-emily-dickinson/

Microrelatos de Kafka

Pero bajo aquella gran humareda arde el fuego, y aquél cuyos pies arden no se librará ciertamente por el hecho de que no ve más que turbio humo.

 

 

 

Miramos, asombrados, aquel caballo gigantesco. Había traspasado el techo de nuestra habitación. El cielo nublado se deslizaba perezosamente a lo largo de su forma poderosa y su crin susurraba al viento.

 

 

 

El suicida es un preso que ve, en el patio de la prisión, una horca, cree erróneamente que le está destinada, se escapa por la noche de la celda, baja y se ahorca solo.

 

 

 

Las cosas fáciles son difíciles. Tan fáciles y tan difíciles. Como una cacería, en la que el único lugar donde se puede descansar es un árbol del otro lado del gran océano.

¿Pero por qué emigraron allá? La resaca en la costa es fuertísima, su territorio es tan estrecho y tan invencible. .

Si no hubieses preguntado habrías vuelto a la patria, pero tu pregunta te hará vagar aún por el gran océano. No fueron ellos quienes emigraron, fuiste tú.

 

 

Siempre listo, su casa es portátil, vive siempre en su patria.

 

 

 

Podría estar muy contento. Estoy empleado en el ayuntamiento. ¡Qué importante ser empleado del ayuntamiento! Poco trabajo, sueldo suficiente, mucho tiempo libre, y gran consideración a los ojos de toda la ciudad. Si considero bien la situación de un empleado del ayuntamiento no puedo dejar de envidiarlo. Y sin embargo, ahora lo soy yo mismo, soy empleado del ayuntamiento... y quisiera, si pudiese, arrojar esta dignidad mía al gato de la oficina, que todas las mañanas va de cuarto en cuarto recogiendo los restos de nuestros almuerzos.

 

 

 


 

 

 

 

APÓLOGO DEL PARAÍSO


Eva, transformada en serpiente, ofreció a Adán una manzana.

Fueron arrojados del Paraíso, pero ellos llevaron semillas consigo,

y Adán y Eva encontraron otra tierra y plantaron allí las semillas de paraíso.

 


Podemos hacer siempre el paraíso alrededor nuestro dondequiera que nos encontremos.

Para eso sólo se requiere estar desnudos.

 

Jaime Jaramillo Escobar

Juan José Arreola: Eva.

Juan José Arreola: Eva.

EVA

Él la perseguía a través de la biblioteca entre mesas, sillas y facistoles. Ella se escapabahablando de los derechos de la mujer, infinitamente violados. Cinco mil años absurdos losseparaban. Durante cinco mil años ella había sido inexorablemente vejada, postergada, reducida a laesclavitud. Él trataba de justificarse por medio de una rápida y fragmentaria alabanza personal,dicha con frases entrecortadas y trémulos ademanes.

En vano buscaba él los textos que podían dar apoyo a sus teorías. La biblioteca,especializada en literatura española de los siglos XVI y XVII, era un dilatado arsenal enemigo, queglosaba el concepto del honor y algunas atrocidades de ese mismo jaez.

El joven citaba infatigablemente a J. J. Bachofen, el sabio que todas las mujeres debían leer,porque les ha devuelto la grandeza de su papel en la prehistoria. Si sus libros estuvieran a mano, élhabría puesto a la muchacha ante el cuadro de aquella civilización oscura, regida por la mujer,cuando la tierra tenía en todas partes una recóndita humedad de entraña y el hombre trataba dealzarse de ella en palafitos.

Pero a la muchacha todas estas cosas la dejaban fría. Aquel periodo matriarcal, por desgraciano histórico y apenas comprobable, parecía aumentar su resentimiento. Se escapaba siempre deanaquel en anaquel, subía a veces a las escalerillas y abrumaba al joven bajo una lluvia dedenuestos. Afortunadamente, en la derrota, algo acudió en auxilio del joven. Se acordó de pronto deHeinz Wólpe. Su voz adquirió citando a este autor un nuevo y poderoso acento.

"En el principio sólo había un sexo, evidentemente femenino, que se reproducíaautomáticamente. Un ser mediocre comenzó a surgir en forma esporádica, llevando una vidaprecaria y estéril frente a la maternidad formidable. Sin embargo, poco a poco fue apropiándoseciertos órganos esenciales. Hubo un momento en que se hizo imprescindible. La mujer se diocuenta, demasiado tarde, de que le faltaban ya la mitad de sus elementos y tuvo necesidad debuscarlos en el hombre, que fue hombre en virtud de esa separación progresista y de ese regresoaccidental a su punto de origen."

La tesis de Wólpe sedujo a la muchacha. Miró al joven con ternura. "El hombre es un hijoque se ha portado mal con su madre a través de toda la historia", dijo casi con lágrimas en los ojos.

Lo perdonó a él, perdonando a todos los hombres. Su mirada perdió resplandores, bajó losojos como una madona. Su boca, endurecida antes por el desprecio, se hizo blanda y dulce como unfruto. Él sentía brotar de sus manos y de sus libios caricias mitológicas. Se acercó a Eva temblandoy Eva no huyó.

Y allí en la biblioteca, en aquel escenario complicado y negativo, al pie de los volúmenes deconceptuosa literatura, se inició el episodio milenario, a semejanza de la vida en los palafitos.

Juan José Arreola

Confabulario.

Los 40 poetas más relevantes del español actual

Críticos de 107 universidades seleccionan a los más relevantes nuevos poetas del español actual

Andalucía | 18/04/2015 - 18:41h
La selección ha sido realizada por cerca de 200 investigadores de 107 universidades como Harvard, Princeton, Columbia, Oxford o Bolonia
GRANADA, 18 (EUROPA PRESS)
Un total de 40 poetas de España, El Salvador, México, Argentina, Colombia, Ecuador, Costa Rica, Perú, República Dominicana, Chile, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Panamá y Puerto Rico han sido seleccionados como los más relevantes nacidos después de 1970 por más de 200 investigadores pertenecientes a 107 universidades de máximo prestigio.
Sus nombres y una selección de sus poemas han sido recogidos en ’El canon abierto. Nueva poesía en español’, que es el resultado de un amplio trabajo de investigación desarrollado por la investigadora Remedios Sánchez García, de la Universidad de Granada, en colaboración con Anthony L. Geist, de la Universidad de Washington.
El pasado mes de agosto, un grupo de investigación envió un formulario a los críticos más relevantes de poesía en español preguntándoles el nombre y la nacionalidad de los autores más relevantes nacidos después de 1970. Las cerca de 200 encuestas recibidas fueron sometidas al recuento de un notario que levantó acta pública de la votación.
13 de los autores son españoles y 27 hispanoamericanos, lo que convierte a la antología en un proyecto plural que da la posibilidad de conocer la realidad de la poesía en español, lejos de movimientos nacionales. "Esto nos ha dado una gran independencia, cuando se trabaja en un proyecto tan grande las tensiones se diluyen", explica Remedios Sánchez, que también reconoce que ha existido la tendencia de "barrer para casa" en los votos de los investigadores, que solían preferir a sus compatriotas.
Entre los elegidos se encuentran algunas de las voces más relevantes de la poesía actual, como es el caso de los españoles Raquel Lanseros, Antonio Lucas, Yolanda Castaño, Fernando Valverde, Elena Medel o Pablo García Casado; el salvadoreño Jorge Galán, el mexicano Alí Calderón, los colombianos Federico Díaz Granados, Andrea Cote, Lucía Estrada o Catalina González, el venezolano Luis Enrique Belmonte, los ecuatorianos Xavier Oquendo y Aleyda Quevedo, el panameño Javier Alvarado, el chileno Marino Menéndez, los argentinos Andrés Neuman y Carlos Aldazábal o el costarricense David Cruz.
En opinión de Remedios Sánchez, el proyecto pretende dar "una visión abierta y plural" de las diferentes tendencias que en la actualidad existen en la lengua española. La lista destaca por ser heterogénea y por su amplitud. Los críticos consultados mencionaron a centenares de poetas, por lo que fue necesario hacer una selección de los más votados con la revisión de un notario.
"Sabíamos que se trata de un proyecto que no iba a estar exento de polémica, por lo que se ha hecho pública el acta notarial y se ha publicado tanto la lista de críticos participantes como el nombre de todos los autores que fueron mencionados", explicó Sánchez, que firma un amplio estudio inicial a modo de panorama de lo que en la actualidad escriben los nuevos poetas de la lengua española.
Para la investigadora, autora de importantes estudios críticos como Humanismo Solidario, también publicado por la editorial Visor, en la actualidad la poesía en lengua española goza de una "excelente salud" y de una "pluralidad de voces" muy interesante.
Sobre la arriesgada elección del título, la autora ha explicado que constituye una paradoja en sí mismo. "La crítica ha estado en manos del poder establecido, se ha ejercido siempre como si se tratase de un modo de autoridad por determinados grupos de poder. Este proyecto tiene como objetivo democratizar la crítica, ceder la palabra a los críticos en plural para ver cuál es el panorama real de lo que sucede en el español, no la opinión de una u otra persona concreta".
En el proyecto han participado además como patrocinadores la Asociación Colegial de Escritores de España y la Asociación de Críticos Literarios de Andalucía, así como la Universidad de Washington y la editorial española Visor.
"No se trata de canonizar a nadie, sino de todo lo contrario. Este libro responde a un intento de canonización de determinados autores o grupos que no siempre ha respondido a la realidad de lo que interesa al lector habitual de poesía, que es algo que va mucho más allá de los intereses de un crítico concreto o de los ideólogos de una forma específica de ver la poesía", aclara la autora.

http://www.lavanguardia.com/local/sevilla/20150418/54430024035/criticos-de-107-universidades-seleccionan-a-los-mas-relevantes-nuevos-poetas-del-espanol-actual.html#.VTLgdr5P3_A.twitter

 

 

 


Comparto algunos poemas de los autores colombianos citados:



Federico Díaz-Granados:

 

Hospedaje de paso


Nunca he conocidoa los inquilinos de mi vida.

No he sabido cuando salen, cuando entran,

en qué estación desconocida descansan sus miserias.

Las mujeres han salido de este cuerpo a los portazos

quejándose de mi tristeza,

en algunas temporadas se han quejado de humedad

de mucho frío, de algún extraño moho en la alacena.

Se marchan siempre sin pagar los inquilinos de mi vida

y el patio queda nuevamente solo

en este hotel de paso donde siempre es de noche.

http://portal.uexternado.edu.co/pdf/1_decanaturaCultural/21%20albumDioses-FedericoDiazGranados.pdf



Andrea Cote Botero (Barrancabermeja, 1981):

Laberintos
 
Sé que caminamos por vías paralelas
hacia el centro de algo.
Pero mientras anochece en ti y en mí
ya no hay retorno.
No ignoras que para Ariadna
el hilo era una forma de llegar adentro.

http://circulodepoesia.com/2011/12/antologia-de-poesia-colombiana-no-19-andrea-cote-botero/


Lucía Estrada:

Éxodo
Aquello que no ha sido tuyo, la palabra que pudo ser y escapó

del poema, la mirada vuelta hacia el muro que te separa de la

otra orilla, el gesto efímero, las visiones suspendidas en el vacío

bajo un sol de mercurio, es lo que ahora llevas contigo en la

huída: tu equipaje.

Tras la nube de fuego, en el polvo, volverás a tu centro.

http://portal.uexternado.edu.co/pdf/1_decanaturaCultural/24%20ojoCirce-LuciaEstrada.pdf


Catalina González:

Viaje

Hemos sometido nuestros cuerpos

a los rigores del instante

y este mundo se ha agotado

para nosotros.

 


El frío nos ha llevado al hastío,

el verano amenaza con devorarnos.

Sería mejor cambiar todo el equipaje

pero la memoria es caprichosa,

en las aduanas hemos perdido

algo irremediable.

http://www.puntodepartida.unam.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=245

Jaime Sabines: Antología Poética

Jaime Sabines: Antología Poética

Jaime Sabines nació el 25 de marzo de 1926, y murió el 19 de marzo de 1999.Poeta mexicano de una voz muy personal, en sus obras se retrata un hombre cotidiano pero herido de una profunda humanidad, que lleva a sus versos a ser de fácil lectura y hondo calado.

 

Los amorosos

Los amorosos callan. 
El amor es el silencio más fino, 
el más tembloroso, el más insoportable. 
Los amorosos buscan, 
los amorosos son los que abandonan, 
son los que cambian, los que olvidan. 

Su corazón les dice que nunca han de encontrar, 
no encuentran, buscan. 
Los amorosos andan como locos 
porque están solos, solos, solos, 
entregándose, dándose a cada rato, 
llorando porque no salvan al amor. 

Les preocupa el amor. Los amorosos 
viven al día, no pueden hacer más, no saben. 
Siempre se están yendo, 
siempre, hacia alguna parte. 
Esperan, 
no esperan nada, pero esperan. 

Saben que nunca han de encontrar. 
El amor es la prórroga perpetua, 
siempre el paso siguiente, el otro, el otro. 
Los amorosos son los insaciables, 
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos. 
Los amorosos son la hidra del cuento. 

Tienen serpientes en lugar de brazos. 
Las venas del cuello se les hinchan 
también como serpientes para asfixiarlos. 
Los amorosos no pueden dormir 
porque si se duermen se los comen los gusanos. 
En la oscuridad abren los ojos 
y les cae en ellos el espanto. 
Encuentran alacranes bajo la sábana 
y su cama flota como sobre un lago. 

Los amorosos son locos, sólo locos, 
sin Dios y sin diablo. 
Los amorosos salen de sus cuevas 
temblorosos, hambrientos, 
a cazar fantasmas. 
Se ríen de las gentes que lo saben todo, 
de las que aman a perpetuidad, verídicamente, 
de las que creen en el amor 
como una lámpara de inagotable aceite. 

Los amorosos juegan a coger el agua, 
a tatuar el humo, a no irse. 
Juegan el largo, el triste juego del amor. 
Nadie ha de resignarse. 
Dicen que nadie ha de resignarse. 
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación. 
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla, 
la muerte les fermenta detrás de los ojos, 
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada 
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente. 

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida, 
a mujeres que duermen con la mano en el sexo, 
complacidas, 
a arroyos de agua tierna y a cocinas. 
Los amorosos se ponen a cantar entre labios 
una canción no aprendida, 
y se van llorando, llorando, 
la hermosa vida.

 

Antología poética.

Edgar Allan Poe: Cuentos completos

Edgar Allan Poe: Cuentos completos

Un día como hoy, pero de 1809, nació el gran escritor Edgar Allan Poe.

Descubrí a Poe en mi adolescencia, por sus Narraciones Extraordinarias, de inolvidable factura, aún aquellas menos conocidas, y todavía de vez en cuando me doy una vuelta por sus criptas oscuras y sus cementerios neblinosos.

Recientemente ví una película llamada El Cuervo, dirigida por James McTeigue y protagonizada por Jhon Cusack, que si bien funciona como un thriller de epóca, le hace poca contribución a la imagen del escritor.

En este epub, sus Cuentos Completos.