Microrelatos de Kafka
Pero bajo aquella gran humareda arde el fuego, y aquél cuyos pies arden no se librará ciertamente por el hecho de que no ve más que turbio humo.
Miramos, asombrados, aquel caballo gigantesco. Había traspasado el techo de nuestra habitación. El cielo nublado se deslizaba perezosamente a lo largo de su forma poderosa y su crin susurraba al viento.
El suicida es un preso que ve, en el patio de la prisión, una horca, cree erróneamente que le está destinada, se escapa por la noche de la celda, baja y se ahorca solo.
Las cosas fáciles son difíciles. Tan fáciles y tan difíciles. Como una cacería, en la que el único lugar donde se puede descansar es un árbol del otro lado del gran océano.
¿Pero por qué emigraron allá? La resaca en la costa es fuertísima, su territorio es tan estrecho y tan invencible. .
Si no hubieses preguntado habrías vuelto a la patria, pero tu pregunta te hará vagar aún por el gran océano. No fueron ellos quienes emigraron, fuiste tú.
Siempre listo, su casa es portátil, vive siempre en su patria.
Podría estar muy contento. Estoy empleado en el ayuntamiento. ¡Qué importante ser empleado del ayuntamiento! Poco trabajo, sueldo suficiente, mucho tiempo libre, y gran consideración a los ojos de toda la ciudad. Si considero bien la situación de un empleado del ayuntamiento no puedo dejar de envidiarlo. Y sin embargo, ahora lo soy yo mismo, soy empleado del ayuntamiento... y quisiera, si pudiese, arrojar esta dignidad mía al gato de la oficina, que todas las mañanas va de cuarto en cuarto recogiendo los restos de nuestros almuerzos.
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