Todos los muertos estàn ebrios
Todos los muertos estàn ebrios de lluvia vieja y sucia
en el extraño cementerio de Lofoten.
El reloj del dehielo hace sonar su tic-tac recòndito
en el corazòn de los pobres ataùdes de Lofoten.
Y gracias a los huecos abiertos por la negra primavera
loa cuervos se han cebado con la yerta carne de los hombres.
Y gracias al delgado viento con voz de niño
el sueño es dulce para los muertos de Lofoten.
Probablemente, yo no verè jamàs
ni el mar ni las tumbas de Lofoten,
y, sin embargo, siento en mì como si ya amara
aquèl lejano rincòn de tierra y todos sus dolores.
Y tù, oh desaparecido, tù, oh suicida, tù, amigo remoto
del extraño cementerio de Lofoten
-¡cuàn extraño y dulce suena este nombre en mi oìdo!-
verdaderamente, dime, ¿duermes, duermes? ¿Responde!
Tù, claro vino que llenas mi copa de plata,
podriìas contarme relatos màs encantadores,
historias màs divertidas o menos locas.
Dèjame ya en paz con los muertos de Lofoten.
Bienestar y calma. En el hogar, muy dulcemente,
el màs melancòlico de los meses arrastra su voz.
-¡Ah!, los muertos, incluso los muertos de Lofoten,
los muertos, los muertos estàn en el fondo menos muertos que yo..
Oscar Vencelas de Lubicz-Milosz.
Poesìa francesa. Antologìa. Andrès Holguìn. Edicoines Guadarrama, Madrid, 1954.
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