Palabra de Marquès
Lo que detiene a los tontos en la carrera del crimen es la debilidad de nuestros òrganos, la falta de reflexiòn, los malditos prejuicios en que nos han educado y los vanos terrores de la religiòn o de las leyes, eso es lo que les impide lanzarse. Pero todo individuo lleno de fuerza y vigor, dotado de un alma energicamnete organizada que se prefiera, como es su deber a los demàs, sabrà sopesar los intereses del pròjimo en la balanza de los suyos, burlarse de Dios y de los hombres, desafiar a la muerte y despreciar las leyes, convencido de que solamente debe beneficiarse a sì mismo , sentirà que la multitud màs extensa de de las lesiones sobre los demàs, de las que nada puede sentir, no puede compararse al màs ligero de los goces adquiridos por este inaudito encadenamiento de las fechorìas.
¿Tiene el hombre poder para cometer crímenes? Y cuando, prefiriendo su propia felicidad a la de los otros, cambia o destruye todo lo que encuentra a su paso, ¿ha hecho otra cosa que servir a la naturaleza, cuyas primeras y más seguras inspiraciones le dictan que sea feliz, sin importarle a expensas de quién? El sistema del amor al prójimo es una quimera que debemos al cristianismo, no a la naturaleza; el nazareno sectario, atormentado, desgraciado, y por consiguiente en el estado de debilidad que le hacía clamar a la tolerancia, a la humanidad, debió establecer necesariamente esta relación fabulosa de un ser hacia otro; preservaba su vida si lo lograba.
Marquès de Sade
Justine
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