Poemas de Alejandro Aura
Tambor interno:
I:
Fuimos
niños náufragos
de algo
Adolescentes
náufragos.
Pero ahora las banderas
las izamos nosotros
y movemos
nosotros
los timones.
Fuimos
niños náufragos de algo.
Adolescentes
náufragos.
Pero ahora las banderas
las izamos nosotros
y movemos
nosotros
los timones.
Absurdo es dejar
Que el tiempo pasado nos detenga.
Tenemos la vida toda abierta.
Se comprende
que pueda ser oscura
pero en las oficinas,
los conventos,
las crujías;
oscura en los libros
o en los consejos,
pero no en la calle.
Porque en la calle se sufre
de hambre,
de frío,
de policías,
pero a la luz,
abiertamente,
mano a mano con todos.
La fe
llueve
en la calle
y anda el amor
juntando
muchachos y muchachas.
Mueran los que no creen
que la vida
se construye
a cada instante
y es hermosa.
Mueran, o sean condenados
a un millón
de latigazos
de esperanza.
Y los que en vida
Se casan con la muerte,
Y los cobardes
Que esperan la nueva generación
para acostarse con vírgenes,
y los que escriben
de cómo encontrar
para el amor
a la persona justa.
Mueran los que esperan sentados
Que el tiempo
Lo resuelva todo.
Nosotros
-hablo por mí
Y por todos
Los que quieran-
Menores aún
-comparativamante-
Hemos de exceder en estatura a las estatuas.
Han de venir,
Cuando muramos
Quienes crecerán lo doble de nosotros,
Hasta que el hombre alcance
su tamaño de hombre.
Nos importa nuestra vida.
Somos el poema-arma contra todos los estorbos:
los abuelos,
los cánones,
el régimen
el way of life
que nos imponen;
contra el odio destilado
que vuelcan
en nosotros
los mayores.
Creemos en los hombres
que se abren la camisa
sin vergüenza,
para que se sepa
bien
con quien se trata.
Somos los dueños
desde la segunda mitad de este siglo
hasta la muerte.
Somos los inventores del amor sonoro
Los amantes del amor sonoro.
Arriba, amor,
Irrumpe en la calle
Y haz lo que te toca.
II
No aprendimos a amar en el jardín
Sino en la calle.
Y el amor,
en nosotros,
es protesta.
el tiempo me camina por las calles
en tu nombre
y algo me crece del tamaño d eun tambor
entre la carne.
El tambor me hincha la lengua
y tu nombre se agolpa
en el poema.
Acuarela, conviértete.
Hazte nervio central de mi protesta
VI
Hablar
Nos daba miedo
Preferíamos los gritos atarantados
y el billar.
“¡Ovejas negras
-nos decían-.
Vagos!”
Sólo aprendimos a hablar
Sin saber por qué,
Cuando en los bailes
Nos acercábamos
A los pequeños cuerpos tibios
De las muchchas.
Pero a menudo
Nos cortaban la palabra
(Eva se rió de mi primer poema
Y a Lilia
Le daban asco las espinillas.)
Nada queríamos entender,
pero es de comprenderse,
nos daban domingo de hambre
y todos los días,
en casa,
preveían nuestro fracaso.
En la escuela,
Los más,
No sabíamos bien bien
Lo que estábamos haciendo,
Y reprobaban a los faltos de memoria.
Nos daba miedo hablar
Pero iniciamos la violencia
en las esquinas;
huimos de las casas paternas.
y ellas,
las muchachas
se pusieron pantalones.
Los cerebros de algunos
fueron creciendo
a ritmo monetario.
Los jovencitos afeminados
llevan ahora del brazo
a las muchachas decentes
y las madres
esperan que todo se componga.
También huimos
quienes matamos la esperanza
de los padres.
¿¡Qué se le va a hacer!
La contabilidad me enferma:
Yo siempre he tenido vocación para el amor.
Vii
Jugábamos con rifles de mentiras
Y nos gustaba escribir nuestros nombres
En las banquetas de cemento fresco.
No descendemos d ebuena familia.
Nos parecemos a los gatos pobres,
Escondidos en sotános nacemos
Y brotamos maullando en las esquinas.
VIII
Se me clavó la vida
en los sentidos.
No sé cómo.
Callejeando. Callejeando.
He sabido que besar me gusta
enormemente
Y que debajo del sueño está
como raíz
mi cuerpo.
Viene a golpes de hacha
la alegría.
Amé a una niña que jugaba al vacío
dando vueltas.
Ya sé lo que es prenderse de la nada.
XI
Su madre le dijo
que todos los hombres son malos
y ella se me queda mirando
como para purificarme.
XIII
No soy yo este que te habla
Sino este, todo, que te besa;
Éste, prendido, en vuelo,
De tu cuerpo.
Este soy
Que, artesano de tu cuerpo,
Atónito
Enmudece.
XVIII
Para que seas la niña alegre
Los invoco;
Para eso.
Llegan y danzan,
Hacen la música danzando,
Te agazajan.
Ya nadie ha de decirte
Que los ángeles no existen.
Astrología:
Deísta
Y concupiscente
Como si fuera
La primera vez
Que nazco.
¡Qué desorden
El que hay
En las estrellas!
Pregunta vital:
Si solo el amor
nos mueve,
¿ qué inmovilidad
tan seductora
es ésta?
Alejandro Aura.
Poesía. 1963-1993.
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México D.F., 1998.
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