Contracultura
Pero no se trata obviamente, de un miserable grupo de rezagados del progreso, de gentes ajenas a la revolución industrial, o a sus insospechados avances tecnológicos. Al contrario, vienen de él. Son los hijos de la revolución industrial. Es más: son los hijos de la tecnología.
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Vuelven sobre las víctimas del “progreso civilizado” y aprenden de ellos ritos, hábitos de vida.
“Las frases hippies constituyen una jerga compleja, obtenida eclécticamente de la cultura de los negros del jazz, de las subculturas homosexuales y de los drogadictos, del lenguaje bajo d ela calle y de la vida bohemia”, dice Stuart Hall.
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“Debo crear un sistema o seré esclavizado por el de otro hombre. No quiero razonar ni comparar: lo que me interesa es crear”. La cita no corresponde a un líder hippie. Viene de William Blake y tiene un siglo de existencia. Y sirve, ahora, de pauta para caracterizar una de las variantes del movimiento contracultural, en su creatividad irracionalista. O mejor, en su creatividad poética, esto es, imaginaria. Al aceptar el carácter represivo de la sociedad tecnológica y las frustraciones derivadas de su estricto y despiadado control social (…) nace una generación que ubica su rebeldía en el rechazo más o menos pasivo de todo el orden social.
Oscar Collazos.
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