La rambla paralela
Lo fugaz, lo irrecuperable, transustanciado en recuerdo que, de todas formas, no podemos usufructuar. De ahì el dolor, la impotencia, el nacimineto de un requerimiento contra Dios por otorgarnos este mundo y sus espinas y luego, al parecer, haberse olvidado de nosotros que tanto lo necesitamos, que nos vamos quedando solos porque a nuestro alrededor todo se va volviendo listado de muertos que quisimos, remembranzas irrecuperables, lugares que ya nunca volveran a ser los mismos.
Tal es la impresiòn de desconcierto, de contrariedad, hasta de rabia, sentida tras la lectura de La Rambla Paralela de ese gran denostador, de ese doloroso vituperante que es Fernando Vallejo; una rambla que es como un rìo que arrastra el tiempo, llevandose consigo muertos entrevistos en la orilla de la infancia o transeùntes neblinados por la amarga vejez, pero con la igual certeza de que para nosotros estàn perdidos, que no vale la pena su tragedia por inane, que no compensa el sacrificio de acercarseles su consecuente indiferencia.
Exiliado de todo lugar, hasta del sueño, el viejo protagonista de esta historia arremete contra los estandartes de lo polìticamente correcto y con dolor de estar vivo y muriendo, los desgarra frente a nuestra cara, nos los deshace en pedazitos pero no nos ofrece opciones, porque "No siendo èl redentor de nadie ni el hombre redimible" (pàg. 144), el ùnico refugio se halla, tal vez, en los palos de ciego, en las patadas de ahogado, en las inextricables peregrinaciones del fantasm,a por los callejones del recuerdo.
"Recuerdos sì, pero actualizados" (pàg. 145), replica el viejo. y viene la niñez siempre avasalladora, siempre reconfortante.
"Dìficil creer que hubiera cabido allì tanta dicha al abrigo de las miserias de esta tierra.
¿Pero de veras cupo? ¿No lo estarìa inventando ahora para llenar con algo el final? Al fin de cuentas es lo que hacìa desde hacìa años: pasar unos mìseros recuerdos hechos de cambiantes palabras a un deleznable papel" (pàg. 148)
¿Y no es lo que , al fin y al cabo, con mejor o peor fortuna, hacemos todos?
"¿Tenìa càncer? No. ¿Sida? No. ¿Depresiòn? Tampoco. ¿Què le pasaba entonces? Nada. Ese era su mal, que ya nada le podìa pasar" (pàg. 137).
La rambla paralela. Fernando Vallejo. Alfaguera. Bogotà, 2002.
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