Andrés Caicedo Maternidad
A las vacaciones de quinto de bachillerato salimos con un saldo de muertos.
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"Es una lástima, una serie así de muertes sin ningún, sin ningún sentido", decía el padre rector. Y yo, agarrado a mi asiento, con una rabia inmensa, sabía que sentido había. Nos habían escogido como primeras víctimas de la decadencia de todo, pero yo no iba a llevar del bulto. "Haré mi afirmación de vida", pensaba, y no sonreí ni una sola de las seis veces que me llamaron para recibir diplomas de matemáticas, historia, religión, inglés, geografía y excelencia.
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Y me negué a ir a la fiesta de fin de curso que organizaba Mauricio Gamboa.
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Antes del almuerzo me llamó Mauricio a comunicarme que en la fiesta de anoche una pelada, Patricia Simón, s ehabía pegado la gran desilusionada ante mi asuencia (...). Yo le pregunté que entonces cómo. Él me indicó que en tora fiesta, esa misma noche. Yo accedí.
(...) ...del fondo, de bien al fondo de esa casa vino a mí una muchacha vestida de rosado y rubia, y haciendo mágico todo el trayecto hacia mí mientreas sonreía. Se presentó: "Patricia Simón", muy tímida me dio la mano, yo se la apreté exageradamente para intimidarla aún más. (...) Con mucha cautela le comenté a Patricia mis temores sobre la feroz época, (...) Ella lazaba la cabeza para mirar a mí o al cielo. Era pequeña, pero fuerte, de buenas espaldas y caderas, ojos azules y largas cejas. (...) Resolví: "Le haré un hijo a esta mujer".
El tiempo pasó en el sentido que quiso nuestro amor. De esa fiesta salimos cogidos d ela mano, y empezamos a vernos todos los días, (...)
Conseguí que me prestaran la finca de la Carrtera al Mar, lugar que yo había escogido para que se diera la concepción.
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El frío de la montaña y el ardor que se contemplaba allá en el mar la llevó a abrazarme, y yo le respondí mejor que nunca. descubrí sus senos con valentía, chupé su pelo, rasgué con su sangre el pasto yaraguá, pude sentir cómo sus complicadas entrañas se abrían para darle paso,cabida y fermento a mi espermatozoide sano y cabezón que daría, con los años, testimoni de mi existencia. No creo que ella gozó.
Nos casamos al escondido (...) A los pocos mese engordó muchísmo y le vinieron los vómitos, así que no pudo volver al colegio y perdió sexto. Yo solamente falté a clase un día: el día en el que después d ecuatro horas de terquedad y mucho sufrimiento, dejó salir a mi hijo. (...) lo llamé Augusto, que hace pensar en porte distinguido y en conciencia de victoria, siempre. Fui toda una celebridad en el colegio, padre a los 16 años. Ella no quiso hacer gimnasia y le quedó una barriga arrugada muy fea, y los senos se le hincharon como brevas y después se le cayeron.Recuerdo madrugadas en las que yo abría el ojo sólo para hallarme en la física glorai, despertado por el llanto de Augusto, y volteaba a mirarla a ella, despierta desde hace muchas horas, con la mirada perdida en el cileo raso, negándose siempre a contestarme en qué era que pensaba. Yo no insistí. Yo había previsto eso. No cuidó bien a nuestro hijo. No quiso tampoco volver al colegio. Le perdió interés a todo, se pasaba los dáis sin asearse ni asear la casa, mal sentada en una silla, presa d eun vacío que supongo debe se normal después de que uno ha estado lleno y redodndo como una naranja ombligona. Yo no la toqué más. Ella tampoco se hubiera dejado. Al fin, un día salió de la casa, y se demoró en regresar. Hizo amistades nuevas, jóvenes más viejos que ella, y seguía saliendo. Pero falta no me hacía. Yo cumplía puntualmente con mis deberes escolares. Me levantaba temprano, le daba el tetero al niño, cambiaba pañales, barría, trapeaba. Al volver del colegio me la pasaba horas dejando que Augusto me apretara el dedo índice y contemplandole su pipí, lo único que sacó igualito a mí, porque todo lo demás, ojos y pelo y frente eran de ella.
Cuando regresaba, nunaca conversábamos. Se tiraba por ahí, sin dormir, o a oír música. supe que estaba metiendo droga. Me importó un comino.
(...)
Hace días que no la veo. (...) espero que no vuelva, que s emuera o que reciba allá su merecido. Yo he terminado sexto con todos los honores, leo cómics y espero con mi hijo una mejor época.
Andrés Caicedo.
El atravesado editorial Norma S.A., Santa Fe de Bogotá, 2001.
1 comentario
Francisco Pinzón Bedoya -
Sigue así
Un abrazo desde Medellín