Abierto del crepúsculo al amanecer.
Dos atracadores de banco que huyen por la frontera entre México y Estados Unidos, caen en una especie de tierra de nadie más allá de la frontera en una bar de mala muerte, abierto desde el crepúsculo al amanecer.
Hasta ahí nada del otro mundo. La construcción de los personajes participantes parece haber corrido por cuenta de Quentin Tarantino, uno de los dos responsables de la película: Seth, el atracador pragmatico, con una especie de código que no requiere muchas explicaciones, en contraste con su hermano Richie, un incontenible psicopata al que lo une el amor filial. En su larga huida al infierno, ambos hermanos secuestran a una familia que busca alejarse del dolor de la pérdida de uno de sus miembros, en una especie de peregrinación que le devuelva la fe perdida al padre, Jacob, interpretado por Harvey Keitel repitiendo el papel de "limpiador" de anteriores películas con Tarantino, quien viaja en una casa rodante en compañía de sus dos hijos, uno de los cuales es interpretado por una actriz de culto para mí como es Juliette Lewis. Hasta aquí, dialogos tarantinescos nos ponen en conocimiento del entorno de los personajes y de sus diferentes maneras de pensar y de interactuar entre sí.
Pero una vez traspasada la frontera y llegados al bar, anunciados por un bizarro discurso del portero, en el que la palabra "pussy" es repetida infinidad de veces -me imagino que habrá quien las contó, yo no me tomé la molestia-, la película cambia de sesgo y entra a ser una especie de comedia gore,al parecer a cargo de Robert Rodriguez, con mucha violencia y personajes no tan profundos, como el gigantón moreno cuyo nombre nunca he podido averiguar, del cual lo único que se sabe es que masacró un pelotón vietcong en la guerra, y el simpático Máquina del sexo interpretado por el mítico Tom Savini, y las siempre irreverentes interpretaciones de Cheech Marín y las monolíticas pero contundentes de Danny Trejo. Por supuesto, mención de honor para una lúbrica Salma Hayek como Satánico Pandemónium, la mujer más malvada de la tierra, quien atraída por el olor a sangre de una herida de Richie desata el infierno en la tierra, una verdadera orgía de sangre y vísceras que diezma a los personajes, convirtiendolos sin más en cazadores de vampiros tan letales y sin miramientos como sus presas, por ejemplo Kate, la chica interpretada por Lewis, quien tras una breve vacilación pasa de ser la hija de un predicador -fuerte imagen en el imaginario gringo, supongo, por aquello de la canción de Aretha Franklin -, quien cuestiona a su padre por su falta de fe, a una cazavampiros de una eficacia mortal.
La ambientación del bar es insuperable, paredes de piedra que le dan el aspecto de una húmeda cripta, rematado por la imagen final que revela un origen mucho más oscuro; a resaltar las canciones interpretadas por los músicos y esa enferma idea de que los instrumentos se transformen en cuerpos mutilados, y los efectos especiales, sobre todo la recreación de los vampiros como murcielagos humanoides de feas narices y apetito sombrío, amén de una sangre verde para engañar censores.
Si Leslie Nilsen en Drácula muerto pero feliz buscaba parodiar el lenguaje altisonantemente aristocrático de los vampiros clásicos, aquí la ironía está más del lado del exceso, por ejemplo en la cruz que forma Harvey Keitel con una escopeta y un palo y en las pistolas plásticas que disparan agua bendita...
Un producto acorde a la visión de cine que tiene sus dos reponsables y muy entretenido.
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