Hijos, cuento propio
Telémaco está triste. Se siente incierto y angustiado.
Su padre, después de diez largos años en el mar, ha regresado a casa y ha reclamado su destino, ha crecido y se ha hecho más sabio, ha padecido y se ha tornado más fuerte.
Ahora es un rey más justo, un padre más sensato, un esposo más dedicado.
Telémaco en cambio, sólo hace unos meses que regresó de su frustrado intento de tener noticias de su padre, en un rápido viaje por los reinos aledaños que, no obstante su cortedad, casi le cuesta la vida. Y sin embargo, continúa siendo un adolescente temeroso, un joven indeciso que se niega a convertirse en adulto, pues siente miedo de la responsabilidad, del fracaso y de la muerte, un pobre príncipe ensimismado, eclipsado por la sombra de su padre…
Ícaro ha logrado escapar del laberinto con las alas diseñadas por su padre, pero no cree tener la fuerza seminal para trazar por sí mismo una senda que lleve hasta el final.
Teme no cumplir el destino que su padre anhelaba para él, pero también tiene miedo de elegir porque no sabe qué quiere para sí. Y en su incertidumbre, decide rebelarse contra las restricciones de vuelo que su padre le ha impuesto y en un gesto de tosca afirmación, enfila su rumbo directo al sol, sintiendo cómo a su alrededor la cera que une sus alas se deshace en largos hilos, viendo cómo su padre se aleja mientras él oscuramente se desprende hacia el mar…
08-10-09
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