Poemas de José Manuel Arango
VI.Armonía.
perdido
por los ciegos senderos
de la música
tienes
el rostro
que tendrás en la muerte.
VII. Visita
si en mitad de la noche
nos despierta un olor de incendio
y abrimos la ventana y entre los árboles
hechos de dura sombra está solo
el aroma de las frutas en sazón
qué más sino la dolorosa alegría
de que nos hayan visitado una vez
los rojos querubines del fuego.
VIII. Hölderlin
Quizá la locura
Es el castigo
Para el que viola un recinto secreto
Y mira los ojos de un animal
Terrible.
IX
vagó toda la noche por calles desiertas
maldiciendo
alguien lo llamó por un nombre que no era
el suyo
pero sabía que era a él a quien llamaban.
X Ciudad.
1.
como repiten las manos
del ciego
la forma de una vacija
o recorren un rostro, minuciosamente
así voy, en la noche, por
la ciudad
(mujer
rencorosamente poseída
y vasto territorio del tacto:
conozco
el sabor agrio de tu sexo)
2.
rincones insidiosos, pasajes
ocultos, normas
arteras
y en mí
un mapa de la oscuridad.
3.
y no cruzo el puente de piedra
porque ya no hay piedra; no toco
los muros; pienso
otros muros vanos; descamino
los sitios, ya interiores, del hábito
4.
plazas posibles
donde el reloj marca otras horas
las calles que el ciego prefiere
y frecuenta
laberintos en la memoria.
XXV
negrura amenazante detrás de los párpados entre
el cerrar
y el abrir los ojos
la nada
de nuevo
este desolado estupor
XXVI. Augurio
repentina
la muerte canta
en los grifos
del agua.
XVII. Insomnio
aguas sombrías donde un pez de plata
son su fosforescencia alumbra
-para nadie- los restos
de ignotos naufragios
toda la noche
el viento ha golpeado
en la ventana
toda la noche
pasada en vela
tratando de recordar un rostro.
XXXII. La emboscada
mientras el viajero
se calza para el camino
la muerte
se esconde
en los espantapájaros.
XXXIV. Paraíso
infancia
vuelta a encontrar, al morder una fruta
en su sabor olvidado.
XXXVI
a veces
veo en mis manos las manos
de mi padre y mi voz
es la suya
un oscuro terror
me toca
quizá en la noche
sueño sus sueños
y la fría furia
y el recuerdo de lugares no vistos
son él, repitiéndose
soy él, que vuelve
cara detenida de mi padre
bajo la piel, sobre los huesos de mi cara
XLIII
qué son los curvos caminos
las ciudades de piedra donde un mismo hombre
canta y maldice en cien legnguas diversas
si de ti mismo nacen la memoria
y la fatiga de los viajes
y tras el último regreso
envejecido y solo
llegarás a saber
que no saliste nunca
del dédalo
de tu palma.
José Manuel Arango.
Poemas, Ediciones Autores Antioqueños, Medellín, 1991.
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