Sermòn de la ciudad
La verdad no es eterna.
Donde la verdad muere nace otra verdad a la vida.
Hay que aceptar estas muertes y resurrecciones que son procesos naturales del Ser.
Reprimir esas renovaciones inherentes al hombre y lo social, es un pecado mortal contra la naturaleza y el espìritu.
Pues ningùn don se nos legò como gratuito y absoluto; ni la tierra ni el cielo.
Nada es de nadie.
La tierra es una fiesta a la que fuimos invitados, y nadie tiene derecho a usurpar el pan, el vino, las rosas.
Todo lo que existe es Nuestro por el tiempo de la jornada que nos asignò la vida.
Lo que queda del sudor y los frutos retorna a los que empiezan, que a su vez gozaràn, sudaràn, y legaràn lo que heredaron: el vivificante polvo que abonarà la vid y la espiga para festejar a los futuros celebrantes.
Cada uno traerà su ansia, su sed, su porciòn de felicidad por vivir, sus sueños por realizar, sus ojos hechos a la luz, su alma en un cuerpo bendito
Gonzalo Arango
(Fragmento)
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