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Poemas de Gonzalo Márquez Cristo

Dominio de las huellas

Volví de la noche: aún me  escucho el corazón.

Para construir en el abismo me entrego al resplandor que aniquila, que escalda mi rostro.

Aquí sólo el fuego conoce los caminos.

Hemos sido encargados de profanar el mundo, de seguir a quienes fundaron una progenie de espectros y de anunciar la llegada de los emisarios del terror.

Cuando la sombra nos precede sospecho que el tiempo me vigila.

Fui expuesto. Me acechan los inquisidores. El victimario sufre la tiranía de sus huellas y ese incesante sobresalto será nuestra única venganza.

Somos los nuevos nómadas, los prisioneros del futuro, los de la mirada inacabable.

Es en momentos aciagos cuando es oportuno renacer, conteniendo la respiración, sintiendo el miedo que aletea en la ventana.

¿Aún será posible expresar la primera sílaba? ¿Emprender nuestro retorno vegetal?

¿Recobrar el canto del agua? ¿Liberar a la raíz?

Comprendí todos los regresos.

La poesía se lee cerrando los ojos.

Instigué a la flor para que se rebelara contra la primavera. Extravié mi sed.

Oh noche, todo se ha creado en contra tuya.

 

Génesis

Para sobrevivir nos arriesgamos a la memoria, nos entregmos al vacío.

Ya conocimos el ave de rapiña del viento y la serpiente del agua. El silencio jamás volverá a separarnos.

Regresamos al sílex, escuchamos la oración del fuego.

Emprendemos el numinosos sobresalto. Vivimos la voracidad de los hallazagos y el juego espectral del deseo.

El único fruto del árbol al que no podemos renunciar es a su sombra. Sufrimos la persecución de la primavera -y fue allí donde la palabra se hizo verde.

Lo que más dura es el instante, lo que más aulla es la luz.

Cuando se interrumpe el tiempo alguien decide nacer.

 

Gonzalo Márquez Cristo.

 Oscuro  nacimiento. Común Presencia Editores, Bogotá, 2005.

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