Ignacio Ramonet: Comprender cómo nos manipulan
Comprender cómo nos manipulan
Nº: 237 Julio 2015
Ignacio Ramonet
Se cumplen ochenta años de la primera edición (1935)
en lengua española de la gran novela rupturista Un
mundo feliz (1) (se había publicado tres años antes en
inglés) del visionario filósofo y escritor Aldous
Huxley.
Y, ante tanta “felicidad artificial” en nuestros días,
tantas manipulaciones y tantos condicionamientos
contemporáneos cabe preguntarse: ¿será útil releer hoy
Un mundo feliz? ¿Es acaso necesario retomar un libro
publicado hace más de 80 años, en una época tan lejana
a nosotros que Internet no existía e incluso la
televisión aún no había sido inventada? ¿Es esta
novela algo más que una curiosidad sociológica, un
best seller ordinario y efímero del que se vendieron,
en inglés, más de un millón de ejemplares en el año de
su publicación?
Estas cuestiones parecen tanto más pertinentes cuanto
que el género al que pertenece la obra –la distopía,
la fábula de anticipación, la utopía científico-
técnica, la ciencia ficción social– posee un grado muy
elevado de obsolescencia. Pues nada envejece con mayor
rapidez que el futuro. Sobre todo en literatura.
Sin embargo, si alguien, superando estas reticencias,
se vuelve a sumergir en las páginas de esa novela se
quedará estupefacto por su sorprendente actualidad.
Constatando que, por una vez, el pasado ha atrapado al
presente. Recordemos que el autor, Aldous Huxley
(1894-1963), narra una historia que transcurre en un
futuro muy lejano, hacia el año 2500, o, con mayor
precisión, “hacia el año 600 de la era fordiana”, en
alusión satírica a Henry Ford (1863-1947), el pionero
estadounidense de la industria automovilística (de la
que una célebre marca de coches sigue llevando su
nombre) e inventor de un método de organización del
trabajo para la fabricación en serie y de
estandarización de las piezas. Método –el fordismo–
que transformó a los trabajadores en poco menos que
autómatas o en robots que repiten a lo largo de la
jornada un único y mismo gesto. Lo cual suscitó, ya en
la época, violentas críticas; pensemos, a este
respecto, por ejemplo, en las películas Metrópolis
(1926) de Fritz Lang o Tiempos modernos (1935) de
Charles Chaplin.
Aldous Huxley escribió Un mundo feliz, visión
pesimista del porvenir y crítica feroz del culto
positivista a la ciencia, en un momento en el que las
consecuencias sociales de la gran crisis de 1929
afectaban de lleno a las sociedades occidentales y en
el que la credibilidad en el progreso y en los
regímenes democráticos capitalistas parecía vacilar.
Publicado en inglés antes de la llegada de Adolf
Hitler al poder en Alemania (1933), Un mundo feliz
denuncia la perspectiva “pesadillesca” de una sociedad
totalitaria fascinada por el progreso científico y
convencida de poder brindar a sus ciudadanos una
felicidad obligatoria. Presenta una visión alucinada
de una humanidad deshumanizada por el condicionamiento
a lo Pavlov (2) y por el placer al alcance de una
píldora (“el soma”). En un mundo horriblemente
perfecto, la sociedad decide totalmente, con fines
eugenésicos y productivistas, la sexualidad de la
procreación.
Una situación no tan alejada de la que conocen hoy en
día algunos países donde los efectos de la crisis de
2008 están provocando (en Europa sobre todo) el
ascenso de partidos de extrema derecha, xenófobos y
racistas. Donde las píldoras anticonceptivas permiten
ya un amplio control de la natalidad. Y donde nuevas
píldoras (Viagra, Lybrido) dopan el deseo sexual y lo
prolongan hasta más allá de la tercera edad. Por otra
parte, las manipulaciones genéticas permiten cada vez
más a los padres la selección de embriones para
engendrar hijos en función de criterios
predeterminados, estéticos, entre otros.
Otra sorprendente relación con la actualidad es que la
novela de Huxley presenta un mundo donde el control
social no da cabida al azar, donde, formadas con el
mismo molde, las personas son “clónicas”, pues se
producen en serie, la mayoría tiene garantizado el
confort y la satisfacción de los únicos deseos que
está condicionada a experimentar, pero donde se ha
perdido, como diría Mercedes Sosa, la razón de vivir
(3).
En Un mundo feliz, la americanización del planeta ha
culminado, la historia ha terminado (como lo afirmará
más tarde Francis Fukuyama) (4), todo ha sido
estandarizado y “fordizado”, tanto la producción de
los seres humanos, resultado de puras manipulaciones
genético-químicas, como la identidad de las personas,
producida durante el sueño por hipnosis auditiva: la
“hipnopedia”, calificada por un personaje del libro
como “la mayor fuerza socializante y moralizante de
todos los tiempos”.
Se “producen” seres humanos, en el sentido industrial
del término, en fábricas especializadas –los “centros
de incubación y condicionamiento”– según modelos
variados que dependen de las tareas muy especializadas
que serán asignadas a cada uno y que son
indispensables para una sociedad obsesionada con la
estabilidad.
Desde su nacimiento, cada ser humano es, además,
educado en unos “centros de condicionamiento del
Estado” en función de los valores específicos de su
grupo mediante el recurso masivo a la hipnopedia para
manipular el espíritu, crear en él “reflejos
condicionados definitivos” y hacerle aceptar su
destino.
Aldous Huxley ilustraba así en esa obra los riesgos
implícitos en la tesis que venía formulando desde 1924
John B. Watson (5), el padre del “conductismo”, esa
supuesta “ciencia de la observación y del control del
comportamiento”. Watson afirmaba con frialdad que
podía elegir en la calle a un niño saludable al azar y
convertirlo, a su gusto, en doctor, abogado,
artista, mendigo o ladrón, independientemente de su
talento, sus inclinaciones, sus capacidades, sus
gustos y el origen de sus ancestros.
En Un mundo feliz, que es fundamentalmente un
manifiesto humanista, algunos vieron también, con
razón, una crítica ácida a la sociedad estalinista, a
la utopía soviética construida con mano de hierro.
Pero también hay, claramente, una sátira a la nueva
sociedad mecanizada, estandarizada, automatizada que
se creaba en esa época en Estados Unidos en nombre de
la modernidad técnica.
Sumamente inteligente y admirador de la ciencia,
Huxley expresa en esta novela, sin embargo, un
profundo escepticismo con respecto a la idea de
progreso y desconfianza hacia la razón. Frente a la
invasión del materialismo, el autor entabla una
interpelación feroz a las amenazas del cientificismo,
del maquinismo y del desprecio a la dignidad
individual. Claro que la técnica asegurará a los seres
humanos un confort exterior total, de notable
perfección, estima Huxley con desesperada lucidez.
Todo deseo, en la medida en que pueda ser expresado y
sentido, será satisfecho. Los seres humanos habrán
perdido su razón de ser. Se habrán transformado a sí
mismos en máquinas. Ya no se podrá hablar en sentido
estricto de “condición humana”.
Pero sí de “condicionamiento”, que no ha cesado de
intensificarse desde la época en que Huxley publicó
este libro y anunció que, en el futuro, seríamos
manipulados sin que nos diésemos cuenta de ello. En
particular, por la publicidad. Mediante el recurso a
mecanismos psicológicos y gracias a técnicas muy
experimentadas, los Mad Men de la publicidad consiguen
que compremos, ya sea un producto, un servicio o una
idea. De ese modo nos convertimos en personas
previsibles, casi teledirigidas. Y felices.
Confirmando esas tesis de Huxley, Vance Packard
publicó The Hidden Persuaders (La persuasión
clandestina) a mediados de la década de 1950 y Ernest
Dichter y Louis Cheskin denunciaron que las agencias
de publicidad intentaban manipular el inconsciente de
los consumidores. Sobre todo mediante el uso de
“publicidad subliminal” en los medios de comunicación
de masas. El 30 de octubre de 1962 se llevó a cabo una
auténtica prueba que demostraba la eficacia de la
publicidad subliminal: durante una película, se
lanzaban mensajes “invisibles” sobre unos productos
cada cierto tiempo. Las ventas de dichos productos
aumentaron.
Actualmente, la “publicidad subliminal” ha avanzado y
existen técnicas más sofisticadas y hasta más
perversas para manipular la mente del ser humano (6).
Por ejemplo, mediante los colores que modifican
nuestras percepciones e influyen en nuestras
decisiones. Los especialistas en marketing lo saben y
utilizan sus efectos para orientar nuestras compras.
En un conocido experimento de finales de los años
1960, Louis Cheskin, director del Color Research
Institute, pidió a un grupo de amas de casa que
probaran tres cajas de detergentes y que decidieran
cuál de ellas daba mejor resultado con las prendas
delicadas. Una era amarilla, la otra azul y la
tercera, azul con puntos amarillos. A pesar de que las
tres contenían el mismo producto, las reacciones
fueron distintas. El detergente de la caja amarilla se
juzgó “demasiado fuerte”, el de la azul se consideró
que “no tenía fuerza para limpiar”. Ganó la caja
bicolor.
En otra prueba se dieron dos muestras de cremas de
belleza a un grupo de mujeres, una en un recipiente
rosa y otra, en uno de color azul. Casi el 80% de las
mujeres declararon que la crema del bote rosa era más
fina y efectiva que la del bote azul. Nadie sabía que
la composición de las cremas era idéntica. “No es una
exageración decir que la gente no sólo compra el
producto per se, sino también por los colores que lo
acompañan. El color penetra en la psique del
consumidor y puede convertirse en un estímulo directo
para la venta”, escribe el publicista Luc Dupont en su
libro 1001 trucos publicitarios (7).
Cuando la empresa productora del jabón Lux empezó a
vender su producto en color rosa, verde, turquesa,
sustituyendo la pastilla de jabón habitual de color
amarillo, se convirtió en número uno de jabones de
belleza en el mercado. Los nuevos colores sugerían
delicadeza y cuidado, intimidad y cariño, y los
consumidores se mostraron entusiasmados.
Recientemente, McDonald’s dejó su mítico color rojo
(una tonalidad apreciada por los más pequeños y que
suele estimular el hambre) a favor del verde en un
intento de reconducir su marca hacia la comida
saludable y hacia un estilo de vida sostenible (8).
La lectura de Un mundo feliz nos alerta contra todas
estas agresiones (9). Sin olvidarse de las
manipulaciones mediáticas (10). Esta novela también
puede verse como una sátira muy pertinente de la nueva
sociedad delirante que se está contruyendo hoy día en
nombre de la “modernidad” ultraliberal. Pesimista y
sombrío, el futuro visto por Aldous Huxley nos sirve
de advertencia y nos alienta, en la época de las
manipulaciones genéticas, de la clonación y la
revolución de lo viviente, a vigilar de cerca los
progresos científicos actuales y sus potenciales
efectos destructivos.
Un mundo feliz nos ayuda a comprender mejor el alcance
de los riesgos y los peligros que se presentan ante
nosotros cuando, de nuevo y por todas partes,
“progresos científicos y técnicos” nos enfrentan a
desafíos ecológicos que hacen peligrar el futuro del
planeta (11). Y de la especie humana.(1) “Corría el año 1935 cuando el editor catalán Luis
Miracle publica la obra Un mundo feliz, primera
traducción al español de la obra más visionaria de
Aldous Huxley. Si tenemos en cuenta que Huxley publicó
su novela en 1932 (año en el que fue publicada por
Chatto & Windus para Europa, y por Doubleday para
Norteamérica), podemos afirmar hallarnos ante una
rápida, acertada y valiente propuesta editorial. La
persona en quien recae el honor y la enorme
responsabilidad de traducir la obra al español es el
poeta, periodista y político falangista cántabro Luys
Santa Marina (Luis Narciso Gregorio Gutiérrez Santa
Marina, 1898-1980). Si bien en esta primera edición,
Luys Santa Marina, pese a sus convicciones morales y
religiosas, interpreta el texto de Huxley con soltura
y honestidad profesional, en las siguientes ediciones,
desde la década de 1940 en adelante, se advierte la
mano negra de la censura franquista en todos y cada
uno de los capítulos de la novela. ¿Qué debemos a esta
primera edición española? Honestamente, pienso que tan
importante como el traductor, o tal vez más (según se
mire), fue el editor, Luis Miracle, que demostró con
esta temprana edición y traducción de la novela
original tener una extraordinaria visión de su época,
del mundo que le rodeaba y de los acontecimientos y
avatares futuros que estaban por perfilar uno de los
momentos geopolíticos y sociales más claves del siglo
XX”. Véase Jesuías Castelnuovo:
http://aldoushuxleyenunmundofeliz.blogspot.com/search?
updated-max=2014-11-04T09:28:00-08:00&max-results=7 (2) Ivan Pavlov (1849-1936), médico ruso, Premio Nobel
de medicina en 1904 por sus trabajos experimentales
sobre los “reflejos condicionados”, siendo el más
célebre el del perro de Pavlov. (3) https://www.youtube.com/watch?v=-qdIO-0aZk8(4) En su libro de título tan huxleyano El fin de la
historia y el último hombre (1992).(5) Véase:
http://www.ilustrados.com/tema/1298/Psicologia-
evolutiva-conductismo-John-Broadus-Watson.html(6) Véase Ignacio Ramonet, Propagandas silenciosas, La
Habana, 2002; y Noam Chomsky e Ignacio Ramonet, Cómo
nos venden la moto, Icaria, Barcelona, 1995.(7) Luc Dupont, 1001 trucos publicitarios, Lectorum,
México, 2004.(8) Véase La Vanguardia, Barcelona, 13 de enero de
2012.(9) Véase también, por ejemplo: Mertxe Pasamontes, Una
docena de modos en que nos manipulan para que estemos
insatisfechos. http://unadocenade.com/una-docena-de-
modos-en-que-nos-manipulan-para-que-estemos-
insatisfechos/(10) Véase también: Noam Chomsky, Diez estrategias de
manipulación a través de los medios.
http://www.revistacomunicar.com/pdf/noam-chomsky-la-
manipulacion.pdf(11) Léase Laudato sí, la Encíclica “verde” del Papa
Francisco, Vaticano, 16 de junio de 2015.
http://www.lanacion.com.ar/1802790-el-texto-completo-
de-laudato-si-la-enciclica-verde-del-papa-francisco
http://www.monde-diplomatique.es/?url=editorial
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