Walter Lippmman y la opinión pública
Walter Lippmann y su crítica a la democracia actual
25-jul-2010
Lidia López Miguel
Walter Lippmann, pionero en el estudio de la comunicación, ataca al sistema democrático actual en su obra cumbre: ’La opinión pública’ (1922).
La opinión pública, la obra cumbre de Walter Lippmann, es una de los libros más importantes sobre la teoría de la comunicación escritos hasta el momento. Su valor no solo reside en que es una lectura imprescindible para todo aquel interesado en el asunto, sino en que además, a pesar de que la obra vio la luz en 1922, continúa siendo de total actualidad.
La preocupación de Lippmann por la formación de la opinión pública
Esta obra de Lippman está vertebrada por dos puntos fundamentales: Por un lado la explicación de cómo se forma la opinión a través de estereotipos, y por otro, las indicaciones sobre cómo se debería formar la opinión pública a través de una crítica incisiva al sistema democrático actual.
El autor se muestra muy preocupado por la falta de conocimiento directo con respecto a los acontecimientos sobre los cuales se opina, de buena voluntad, pero sin saber si las informaciones que se reciben son ciertas. Lippmann ofrece múltiples ejemplos que corroboran esta idea que recogió mientras ejercía sus trabajos propagandísticos para el Gobierno estadounidense durante la Primera Guerra Mundial.
La idea del pseudoentorno, el acceso a la información
Lippmann considera que las ideas que las personas se forman sobre la realidad, crean un pseudoentorno, intercalado, entre el entorno real y los individuos, y que inevitablemente interfiere en sus comportamientos. Sin embargo, los actos que se derivan de esos pensamientos no actúan en ese pseudoentorno sino que lo hacen en el entorno real.
Para tener un conocimiento más o menos realista de la sociedad es necesario que las personas sepan qué es lo que sucede con la información, cómo se accede a ella. Se debe tener en cuenta el secretismo y la censura que existe en algunas de las informaciones, se debe ser consciente de la gran cantidad de hechos que nunca llegan a ser conocidos. Pero, además, no tendrán la misma información quienes accedan a un círculo social amplio que los que tengan un círculo social más pobre.
Los estereotipos
Sin embargo, pese a ese conocimiento insignificante, no se puede evitar opinar sobre hechos que hayan acontecido o acontezcan en espacios y tiempos muy distantes de las propias experiencias. Aquí entran en juego los estereotipos como una forma de economizar el esfuerzo por conocer determinadas personas e incluso sociedades.
Para Lippmann la importancia no reside en el uso de los mismos sino más bien en el grado de credulidad que se les otorga. A esto se suma otro factor, y es que las personas tienden a fijarse en los hechos que consolidan sus estereotipos y eluden los que los contradicen.
Personas con distintas opiniones votan al mismo partido
Para explicar este aspecto Lippmann recurre a las elecciones estadounidenses de 1920 para, de paso, hacer una dura crítica al sistema democrático. A raíz de los resultados el autor llega a la conclusión de que en el caso, traído como ejemplo, de unas elecciones, no es necesario invocar a "un alma colectiva, una mente nacional y un espíritu de la época encargados de imponer orden ante una opinión que es fruto del azar" sino que es algo muy normal que las campañas consigan que las personas con distintos pensamientos voten al mismo partido.
Los políticos conocen a la perfección la manera de tratar los asuntos en los que es difícil obtener una cierta unanimidad en las opiniones. En consecuencia, basan sus discursos en "ideas vagas que tengan con frecuencia al poder de aunar opiniones profundamente arraigadas". De esta manera, el político consigue que, por un motivo o por otro, el votante se sienta identificado con él.
Crítica al sistema democrático
En un segundo término, en La Opinión Pública, Lippmann centra su discurso en la crítica al sistema democrático que permite que la gente se crea libre por elegir entre un número muy limitado de papeletas en cualquier tipo de elecciones. El problema reside, siempre según el autor, en que desde los inicios del sistema democrático se ha tenido más en cuenta cómo se forma la maquinaria para formar la Opinión Pública que el estudio de las fuentes y los procesos vinculados con su origen y formación.
La primera solución que aporta Lippmann al respecto es que las personas comiencen a ser conscientes de las carencias e intenten incrementar su capacidad de conocimiento, desconfiando de quienes pretendan manipular su inteligencia.
Sin embargo, tras analizar los problemas y las consecuencias del socialismo gremial, Lippmann aporta una propuesta de solución más radical que la anterior aunque más realista a la hora de su aplicación. Lo que el teórico propone es que se deje de lado la idea de que todos los hombres tienen por instinto el arte de gobernar, un punto fundamental de la teoría democrática.
El cometido de la prensa
Pero ¿qué papel juega la prensa en todo esto? Según Lippmann los primeros demócratas consideraron el tema de la elaboración de las opiniones públicas como un problema de libertades civiles, pero éstas no garantizan la opinión pública en el mundo moderno. La prensa se considera desde siempre el principal medio de conocimiento de la realidad y se pretende que sea ésta la que busque esa verdad.
Lippmann critica duramente este pensamiento, en el que se incluye la idea de que la verdad debe llegar por sí misma y no hay que pagar por ella. Para él, encontrar la verdad supone un gran esfuerzo de la propia persona y no es algo que se pueda regalar.
Las noticias y las verdades no son lo mismo
Una de las ideas que aporta Walter Lippmann al final de este libro, a modo de llamamiento colectivo para un cambio inmediato, es la que se refiere a la necesidad de distinguir o dejar de asumir que las verdades y las noticias son lo mismo.
Para el escritor esta confusión proviene en gran medida de que la prensa es mucho más frágil de lo que la teoría democrática ha hecho creer y no puede soportar sobre sus hombros la carga de ser la base en la que se sustenta la soberanía popular.
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