Cioràn
Es religioso quien puede prescindir de la fe pero no de Dios.
¿Te has preguntado alguna vez por qué un borracho comprende más? Porque la embriaguez es sufrimiento.
¿Por qué un loco ve más? Porque la locura es sufrimiento.
¿Y por qué el sufrimiento lo sabe todo? Porque es Espíritu.
Los defectos, los vicios, los pecados no nos descubren aspectos ocultos del ser por los destellos de placer, sino por el desgarro de la carne y del espíritu. Por la revelación de las negaciones. Porque todo lo que es negativo es expiación y, como tal conocimiento. Un ser que lo supiera todo sería un río de sangre. Dios, al ser depositario de tanto dolor, ya no pertenece al tiempo. Es una hemorragia con dimensiones de eternidad. Él empezó a sangrar desde el primer instante fuera de la Nada.
La soledad te transforma en un Cristobal Colón navegando hacia el continente de tu propio corazón.
¡Cuántos mástiles se yerguen en tu sangre cuando sólo los mares te atan al mundo! Yo me embarcaría a cada momento hacia los ocasos del tiempo.
Hay miradas como destinadas a consolarnos de todas las melodías que no hemos oído...
En la tristeza todo se vuelve alma.
El hastío es la sensación enfermizamente clara del tiempo que te espera, en el que tienes que vivir y con el que no sabes qué hacer.
Si una sola vez has estado triste sin motivo, lo has estado toda la vida sin saberlo.
Para ser feliz en la soledad necesitas tener la preocupación constante de una obsesión o de una enfermedad. Pero cuando el hastío dilata los sentidos en el vacío y el mundo abandona el espíritu, el aislamiento se vuelve agobiante e insulso, y los días parecen tan absurdos como un ataúd colgando de un cerezo en flor.
Mi cosmogonía añade a la nada inicial una infinidad de puntos suspensivos...
Utiliza la razón mientras estés a tiempo.
Más acá de Dios sólo nos queda el anhelo por Él.
Algunas noches en blanco duran tanto que, tras ellas, el tiempo ya no es posible.
Existir, osea, teñir de afecto cada instante. Mediante matices de sentimiento hacemos a la nada una conseción de realidad. Sin los dispendios del alma viviriamos en un universo blanco. Porque "los objetos" no son sino ilusiones materiales de excesos interiores.
Dios nos mira a través de cualquier lágrima.
El hombre está tan solo que la desesperación le parece un nido y el pavor un refugio.
Inutilmente busca un sendero en la espesura del ser, se queda mohíno con la cara vuelta al callejón sin salida de su propio espíritu. Porque en él, la luz no se ha separado d ela oscuridad.Como remate de la creación, el espíritu pertenece al principio del mundo.
Nada despojará de su conciencia a las noches del tiempo. ¿No se ennoblecerá más su destino durante esa herencia nocturna?
El hombre tiene de su parte muchas noches...
Las repetidas decepciones suponen ambiciones inhumanas. Los hombres verdaderamente tristes son los que, no pudiendo echarlo todo a rodar, se han aceptado como ruina de su ideal.
El tiempo es la cruz donde nos clava el hastío.
El suicidio, como cualquier otro intento de salvación, es un acto religioso.
En un corazón donde se haya instalado la nada la irrupción del amor es indeciblemente desgarradora porque no encuentra terreno alguno donde florecer. Si tan sólo hubiera que conquistar a la mujer, ¡qué fácil sería! ¡Pero roturar la propia nada, dominarse trabajosamente en la hostilidad del alma, abrir un camino hasta uno mismo! Esa guerra, que te arroja con odio contra ti mismo, explica por qué nunca querrás matarte de modo más cruel que en las convulsiones del maor
El amor es santidad más sexualidad. Nadie ni nada puede aliviarnos esta paradoja escarpada y sublime.
Desde el hastío, a través de un largo proceso, podemos fondear en Dios. En sí, el hastío sólo es una falta de religión.
Nada te satisface, ni tan siquiera lo Absoluto; sólo la música, ese desvanecimiento de lo absoluto.
Más que en cualquier otra cosa, en el amor se es o no se es. La falta de diferencia entre la vida y la muerte es un fenómeno propio del,enamoramiento.
El futuro: el deseo de no morir, traducido a una dimensión temporal.
Poder sufrir con locura, valor, sonrisa y desesperación.
El sino del hombre es una continua ausencia de "ahora" y una insistente frecuencia de "antaño" (palabra esta que es expresión de la fatalidad). De su prolongada resonancia surge un incurable temblor de perdición.
Sólo me siento en casa, cuando estoy a orillas del mar. Porque sólo puedo construirme una patria con la espuma de las olas.
En el flujo y reflujo de los pensamientos sé muy bien que ya no me queda nadie: sin país, sin continente, sinmundo. Me he quedado con los suspiros lúcidos d elos amores fugaces en noches que aúnan la felicidad con la locura.
La tristeza es un don, como la embriaguez, la fe, la existencia y como todo cuanto es grande, doloroso e irresistible. El don de la tristeza.
E.M. Ciorán.
El ocaso del pensamiento,
Tusquetes Editores, Barcelona, 1995.
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