Nosferatu
Lo que más me llamó la atención del visionado de esta mítica película de Murnau, es el hecho de que el vampiro sea mostrado, sin ningún tipo de concesiones, como un monstruo, un ser para nada humano, muy diferente a los vampiros a los que nos tiene acostumbrados el cine moderno; nada que ver con esos velados y vaporosos vampiros de El Ansia, ni los condes enamoradizos de los respectivos filmes de Coppola y Badham, ni los hiperhumanizados chupasangre de Anne Rice, ni los superheroizados cazadores de la trilogía de Underworld y, mucho menos, los estereotipos adolescentes de la inmamable saga de Crépusculo .
Nada de eso. En Nosferatu, Murnau nos muestra a un ser repulsivo, inquietante, málefico, que entra en la vida cotidiana de los hombres arrasandola, llevandose con él no sólo la sangre de sus víctimas sino también su salud y su cordura.
Si bien el aspecto sexual siempre ha estado ligado a los vampiros, en esta película se hace tan sutil que se torna más inquietante: el vampiro de Murnau no tiene nada de sexualmente atractivo, pero es el único hombre que vemos en la habitación de la protagonista ( que en algunas reseñas leo que se llamaba Hellen, pero que en la version que yo me ví se llamaba Nina), y es ella con su pureza la que lo seduce al punto de hacerle olvidar que llega el amanecer, ocasionando así su destrucción; es como si el apetito sexual de este ser de aspecto rateril fuera tan desmesurado que no le importara morir con tal de satisfacerlo.
Imágenes inolvidables las del vampiro emergiendo de la oscuridad del castillo llamando a su joven invitado (denominado Johnaton en la versión que me ví), y la del vampiro levantandose de su ataúd de un sólo golpe...
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