La ventana
Cansado del triste hospital y del fètido incienso
que asciende por la blancura banal de las cortinas
hacia el gran crucifijo hastiado del muro vacìo
el moribundo, taimado, yergue su espalda envejecida,
Se arrastra y va,menos por calentar su podredumbre
que por ver el sol sobre las piedras, ajuntar su blanco pelo y los huesos de su rostro macilento
a las ventanas que un claro rayo de luz anega.
Y con la boca febril, voraz del azul cielo,
como cuando de joven fue a respirar su tesoro,
una piel virginal de antaño,deja la huella
de un largo beso amargo en los tibios cristales de oros
Ebrio vive,olvidando el horror de los santos òleos,
las tisanas, el reloj y el lecho infligido,las toses,
y, cuando la tarde se desangra entre los tejados,
sus ojos , ahogados en el horizonte luminoso,
ven goteras doradas,hermosas como cisnes,
sobre un rìo de pùrpura y de aromas dormidos
que mece el resplandor salvaje y rico de sus perfiles
con una indolencia cargada de recuerdos.
Asì, preso del asco del hombre de alma dura
que se envuelve en la dicha, donde solo sus apetitos
se sacìan y se obstinan en buscar esta inmundicia
para ofrecerla a la mujer que amamanta a sus hijos,
yo huyo y me aferro a todas las ventanas
en donde se vuelve la espalda a la vida,y bendito, en su cristal lavado por el eterno vacìo
que dora la mañana casta del infinito,
me contemplo, y me veo àngel,y muero, y quiero
-sea la vidriera el arte o sea el misticismo-
renacer, llevando mis sueños como diadema,
en el cielo anterior, donde la Belleza florece.
Pero, ay, el Aquì abajo es dueño: su obsesiòn
viene a desconcertarme hasta en este albergue seguro
y el vòmito hediondo de la Bestialidad
me obliga a taparme la nariz ante el cielo.
¿Hay algùn medio, oh yo que conozco la amargura,
de destrur el cristal por el monstruo insultado
y escaparme, despojadas de plumas mis alas,
aun a riesgo de sucumbir por toda la Eternidad?
Stepane Mallarmè.
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