Por esta puerta abierta los señores pueden entrar en el recinto de los fantasmas.
Desnudarse es la habitual artimaña del disfrazado que no quiere mostrarse tal cual es. (…)
Nada puede torcer el itinerario impecable y sin accidentes de ese muñeco mecánico que es el Hombre Standard. Él es presa definitiva de un conocido reptil arquitectural: la Civilización. (…) El espíritu, con gran escándalo de todo el mundo, en una anguila de una viscosidad impalpable y de una negrura transparente.
(…)
El tumor llamado cuerpo humano, que tantos intentan vanamente curar de la enfermedad de vivir, anula con incesantes recursos el valor de confesarse una preocupación espiritual. (…) Se salvará aquel que encuentre este asidero definitivo: Vivir es sólo una parte de las posibilidades infinitas del hombre. (…)
(…) Muchos hay que esclavizados por la vida cotidiana ensayan tímidamente su felicidad en la vida del espíritu: se les ve amontonados en los conciertos; persiguiendo alcohol o alcaloides; en los salones de juego, haciendo flotar sus manos ciegas en el viento del azar; refugiados en las iglesias. Buscan siempre un pretexto para huir de la realidad a favor de los elementos más vagos: la música y todos los sortilegios que embotan los sentidos.
El misterio comienza en el aparente final de todos los caminos. En el nuestro como en el vuestro. El mérito está en nosotros, que afrontamos una sinceridad sin límites, tal, que ni siquiera desprecia lo artificioso. Nuestra expresión, que a ratos se nutre de los acertijos, de las criptografías, de las cábalas, de los mitos, de los presagios –es decir, de las fuentes más puras de desconocimiento que tiene el hombre- nos deja situados en el umbral del único comienzo.
Allí, en pro de la desesperanza, o sea la esperanza en la NO-ESPERANZA, iniciamos este nuevo MISTICISMO DE LA NADA.
Aldo Pellegrini.
Publicado bajo los seudónimos de Adolfo Este y Filidor Lagos en el número 2 de la revista Que, diciembre de 1930, Buenos Aires.
0 comentarios