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Arthur Rimbaud

Comedia de la sed

4. El pobre sueño

 

Quizá llegue la Noche

En que beba tranquilo

En alguna Ciudad antigua

Y muera más contento:

¡Pues soy paciente!

 

Si mi mal se resigna,

Si alguna vez tengo oro,

¿El Norte elegiré

O el País de las Viñas?...

-¡Ah! ¡Soñar es indigno

 

Porque es pura pérdida!

Y si vuelvo a ser

El viajero de antes,

Que ya nunca se abra para mí

La Taberna Verde.

 

Canción de la torre más alta.

Ociosa juventud

A todo sometida,

Por delicadeza

Perdí mi vida.

¡Ah! Que venga el tiempo

En que los corazones se ilusionen.

 

Me dije: olvida,

Y que no se te vea:

Y sin la promesa

De más altos gozos.

Que nadie te detenga,

Augusta retirada.

 

Tuve tal paciencia

Que por siempre olvido;

Grande, y florecida

De incienso y cizañas,

Al feroz zumbido

De cien cochinas moscas.

 

¡Ah, las mil viudeces

De un alma tan pobre

No tienen más imagen

Que Nuestra Señora!

¿Acaso se reza

A la Virgen María?

 

Ociosa juventud

A todo sometida,

Por delicadeza

Perdí mi vida.

¡Ah! Que venga el tiempo

En que los corazones se ilusionen.

Mayo 1872.

 

Realeza

Una mañana, en un pueblo muy tranquilo, un hombre y una mujer espléndidos, gritaban en la plaza pública: “¡Amigos míos, quiero que sea reina!” “¡Quiero ser reina!” Ella reía y temblaba. Él hablaba a los amigos de revelación, de prueba concluida. Desfallecían de emoción, el uno junto a la otra. Y en efecto, fueron reyes durante toda una mañana, en que los tapices carmesíes recobraron su brillo sobre las casas, y durante toda esa tarde, en que se internaron por los jardines de palmeras.

Hipotiposis saturninas, Ex Belmontel

¿Cuál es, entonces, este misterio impenetrable y oscuro?

¿Por qué sin proyectar su vela blanca,

                        Se hunde

Todo joven esquife regiamente

                                             Aparejado?

***

Derramemos el dolor de nuestros lacrimatorios-

………………………………………………………..

            El amor quiere vivir a expensas  de su hermana

La amistad  vive a expensas de su hermano.

 

Mi bohemia

(fantasía)

Me largaba, los puños en  los rotos bolsillos;

Mi paletó también se tornaba ideal;

¡Bajo el cielo iba, Musa!, y yo era tu vasallo;

¡Ah, ya! ¡Cuántos amores espléndidos soñé!

 

Mi único pantalón tenía un agujerote.

-Soñador Pulgarcito, diseminaba rimas

En  mi camino. La Osa Mayor era mi albergue.

-En el cielo: el frufrú dulce de mis estrellas,

 

Y yo las escuchaba, sentado en las cunetas,

En esas septembrinas noches en que sentía

Como un tónico en gotas, el rocío de mi frente;

 

¡En que, rimando en medio de las sombras fantásticas,

Como liras, tiraba yo  de elásticas cuerdas

De mis zapatos rotos, al corazón un pie alzado.

 

Los desiertos del amor

Estos escritos son de un hombre joven, muy joven, cuya vida se desarrolló en cualquier sitio; sin madre, sin país, indiferente a todo cuanto es conocido, muy inclinado a toda fuerza moral, como antes lo fueron muchos otros desdichados jóvenes. Pero él se sentía tan fastidiado y confundido, que no pudo sino encaminarse hacia la muerte con un pudor terrible y fatal. Sin haber amado a las mujeres -¡aunque lleno de sangre!-, abonó su alma y su corazón, que eran toda su fuerza, con extraños y tristes errores. De los sueños siguientes -¡sus amores!- que se acometieron en  diversas camas o calles, así como de su consecuencia  y fin, se desprenden tiernas consideraciones religiosas –quizás hagan recordar el sueño continuo de los mahometanos legendarios- valerosos a pesar de todo ¡y circuncisos!. Pero, siendo dueño de este estraño sufrimiento de una autoridad inquietante, debemos desear sinceramente que esa alma, extraviada en medio de todos nosotros y que al parecer quiere la muerte, experimente a partir de este instante verdaderos consuelos; y en digna se convierta!

Vidente

Por ahora me encrapulo lo más posible. ¿Por qué? Quiero ser poeta, y trato de volverme Vidente: usted no va a entender nada y yo apenas sabría explicárselo. Se trata de alcanzar lo desconocido mediante el desarreglo de todos los sentidos. Los sufrimientos que eso supone son enormes, pero hay que ser fuerte, haber nacido poeta, y yo me he reconocido poeta. No es culpa mía en modo alguno. Es erróneo decir “Yo pienso”; debería decirse: “Se me piensa” (…)

Yo es otro. ¡Tanto peor para la madera que se descubre violín, y al diablo los inconscientes que ergotizan acerca de las cosas que ignoran por completo!

(…)

Si los viejos imbéciles no hubiesen descubierto del Yo más que su falso significado, ahora no tendríamos que barrer esos millones de esqueletos que, ¡desde la inmensidad del tiempo!, han venido acumulando los productos de sus tuertas inteligencias, ¡proclamándose autores de ellos! (…) El primer estudio del hombre que quiere ser poeta es su propio conocimiento, íntegro; busca su alma, la inspecciona, la pone en acción, la conoce. Desde el momento que la conoce, debe cultivarla esto parece sencillo: en todo cerebro se cumple un desarrollo natural, hay tantos egoístas que se proclaman autores; ¡y tantos otros que se atribuyen su progreso intelectual! Pero de lo que se trata es de hacer monstruosa el alma: ¡a semejanza de los comprachicos, vaya! Imagínese a un hombre que se injertara y se cultivara verrugas en la cara.

Digo que hay que ser vidente, hacerse vidente.

El Poeta se hace vidente mediante un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos. Todas las formas de amor, de sufrimiento, de locura; él mismo busca y agota en sí todos los venenos, para sólo quedarse con sus quintaesencias.

Inefable tortura en que necesita toda la fe, de toda la fuerza sobrehumana, en que se convierta, entre todos, en el gran enfermo, el gran criminal, el gran maldito -¡y en el supremo sabio!- ¡porque alcanza lo desconocido! ¡Puesto que ha cultivado su alma, ya rica, más que nadie! Alcanza lo desconocido, y aunque enloquecido, acabará perdiendo la inteligencia de sus visiones, ¡ya las ha visto! ¡Que reviente en su salto hacia cosas inauditas o innombrables: ya vendrán otros horribles trabajadores; ¡comenzarán por los horizontes en que el otro se haya desplomado!

(…)Así pues, el poeta es realmente el ladrón de fuego.

Lleva el peso de la humanidad, de los animales incluso; deberá lograr que sus inversiones se sientan, se palpen, se escuchen; si lo que trae de allá tiene forma, él lo moldea; si es infinito, lo da infinito.

 

Nuestras nalgas no son las suyas. Muchas veces he visto

Gente desabrochada detrás de algún seto,

Y, en esos baños desenfadados donde la infancia se divierte, observaba el plano y el efecto de nuestro culo.

 

Más prieto, lívido en muchos casos, está dotado

De planos de gradación patentes que tapiza la estera

De los pelos; para ellas, únicamente florece

En la raya deliciosa el largo satén tupido.

 

Una pericia conmovedora y maravillosa

Como sólo se ve en los ángeles de los santos retablos

Imita a la mejilla donde la sonrisa se ahonda.

 

¡Oh! ¿Estar así, desnudos, buscar alegría y reposo,

La frente vuelta hacia su porción gloriosa,

Y, libres los dos, murmurar gemidos?

Arthur Rimbaud

Obra poética y correspondencia escogida. Universidad Nacional Autonoma de México, México, 1999.

 

 

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