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estabolsanoesunjuguete

Los dioses podridos

Esta ciudad no tiene importancia.

Lluvia , sol, otra vez lluvìa, sol.

No soporto màs esta porquerìa.

Todo se gasta en cuatro años por la misma calle,

siempre se deja algo en todas partes:

un brazo en una esquina,

centìmetros de suela en las aceras

Todo...todo...a cambio de nada,

un vacìo terrible...

No tengo siquiera deseos de morir.

Ademàs, las ciudades son iguales,

apestan, nausean, revientan...

Yo sugiero para mi gravedad el mar.

Sì, es lo ùltimo.

Te gusta el mar?

Estar tendido en la playa mirando

en el cielo nubecillas de felpa

huyendo como liebres al oeste...

Mirar el brillo de los negros,

la boca como brea,

y un miembro pequeño gastado por la sal.

Redes grasientas secando sus costillas

entre dos palmeras viejas.

Cajas traìdas en barcos esperando

sobre el muelle polvoriento.

Mujers de cuerpo duro

quemadas por el sol que las define.

Cangrejos oscuros y ciegos

mantando en tranvìa.

Turistas "lolitas" olvidadas en shorts

con sus nalguitas sobre la montura

de una bicicleta

amarillo el short y 13 años.

La brisa queriendo llevarse los cabellos màs allà,

màs allà donde termina el mundo de la playa

y comienzan los acantilados.

Dejarse masturbar por una ola

hembra o macho pero ola,

mirar alejarse las gaviotas

y un poco de ron en la ventana

recibiendo el sonido

de barcos pesqueros que regresan.

Sì, quiero mar para nosotros,

extensiones de mar pacìfico y salado

para todos los santos profetas locos

¡oh dioses podridos de ciudad!

 

 

 

Darìo Lemos.

Trece poetas nadaìstas. 

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