Anàlisis de la sonrisa
Para saber si alguien està acechado o no por la locura, no tenèis màs que observar su sonrisa. ¿Sacàis de ella una impresiòn cercana la malestar? Improvisaos, entonces, como psiquiatras, sin temor.
Es sospechosa la sonrisa que no se adhiere a una persona y que parece venir de otra parte, de otro; viene, efectivamente, de otro, del demente que espera, se prepara y se organiza antes de declararse.
Luz fugitiva emanada por nosotros mismos, nuestra sonrisa dura lo que debe durar, sin prolongarse màs allà de la ocasiòn y del pretexto que la ha suscitado. Como no se demora en nuestro rostro, apenas se le percibe se aplica a una situaciòn dada, se agota en un momento. La otra, la sospechosa, sobrevive al acontecimiento que la hace nacer, se instala, se perpetùa, no sabe còmo desvanecerse. En un primer momento solicita nuestra atenciòn, nos intriga, despuès nos molesta, nos turba y nos obsesiona. Es inùtil que intentemos hacer abstracciòn de ella o rechazarla, pues nos mira y nosotros la miramos. No hay medio de eludirla, de defenderse contra su fuerza de insinuaciòn. La impresiòn de malestar que nos inspiraba se espesa, se profundiza y se transforma en miedo. Pero ella, incapaz de concluirse, se expande como separada e independiente de nuestro interlocutor, sonrisa en sì, sonrisa aterradora, màscara que podrìa cubrir cualquier rostro: el nuestro, por ejemplo.
Emil Cioràn.
Publicado en el Magazìn Dominical de El Universal, Nùmero 487, de Junio 25 de 1995.
Es sospechosa la sonrisa que no se adhiere a una persona y que parece venir de otra parte, de otro; viene, efectivamente, de otro, del demente que espera, se prepara y se organiza antes de declararse.
Luz fugitiva emanada por nosotros mismos, nuestra sonrisa dura lo que debe durar, sin prolongarse màs allà de la ocasiòn y del pretexto que la ha suscitado. Como no se demora en nuestro rostro, apenas se le percibe se aplica a una situaciòn dada, se agota en un momento. La otra, la sospechosa, sobrevive al acontecimiento que la hace nacer, se instala, se perpetùa, no sabe còmo desvanecerse. En un primer momento solicita nuestra atenciòn, nos intriga, despuès nos molesta, nos turba y nos obsesiona. Es inùtil que intentemos hacer abstracciòn de ella o rechazarla, pues nos mira y nosotros la miramos. No hay medio de eludirla, de defenderse contra su fuerza de insinuaciòn. La impresiòn de malestar que nos inspiraba se espesa, se profundiza y se transforma en miedo. Pero ella, incapaz de concluirse, se expande como separada e independiente de nuestro interlocutor, sonrisa en sì, sonrisa aterradora, màscara que podrìa cubrir cualquier rostro: el nuestro, por ejemplo.
Emil Cioràn.
Publicado en el Magazìn Dominical de El Universal, Nùmero 487, de Junio 25 de 1995.
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